Qué es la Compasión

Qué es la Compasión

Definición: “Sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo.”

El trabajo sobre la compasión tiene tanto que ver con los demás como con nosotros mismos. En mis sesiones de terapia suelo repetir como un mantra: “lo mismo es afuera como es adentro”, y es que si no somo compasivos con los demás no lo vamos a poder ser con nosotros ni a la inversa.

Generalmente solemos entender la compasión, según la educación que hayamos recibido como el que debemos mostrarnos compasivos con los que no tienen nada o menos que nosotros, cuando no la asimilamos como una imagen de pena y pobreza. Pero la acción compasiva es una de las prácticas más avanzadas, porque no hay nada mas avanzado que comunicarse con los demás y comunicarse desde el corazón es verdaderamente un desafío. Y la compasión va un poco de eso, de comunicarse desde el corazón.

Para comunicarse verdaderamente hay que estar abierto, comunicar verdaderamente de corazón y estar por alguien conlleva no cerrarnos, ni a esa persona ni a lo que sentimos nosotros mismos. Es permitirnos sentir lo que sentimos y no rechazarlo, aceptar todos y cada uno de nuestros aspectos y sentimientos aunque no nos gusten.  Y hacer esto requiere de apertura. Sólo podemos reconocer lo que estamos sintiendo si nos hallamos en un espacio abierto (no cerrarnos ni entrar en negación de lo mio ni lo del otro) y libre de juicios. Es decir, relacionarnos con las complejidades de las emociones y la vida propia y de los demás sin condenarlas. Está claro que nuestro nivel de comprensión repercutirá en nuestros juicios y en nuestro
deseo de condenar las cosas.

Debe quedar claro que no juzgar no es no preferir, no significa que todo sea aceptable. No juzgarnos a nosotros mismos no es lo mismo que decir que no tenemos preferencias o valores, o que no estamos abiertos y dedicados a corregirnos, sino que consiste en dejar de atacarnos y condenarnos a nosotros mismos. Lo que sucede es que la crítica y la condena van ligadas a ciertos sentimientos, normalmente la ira, la frustración y el desprecio. Y a la culpa.

Sólo en un espacio de estas características no estaremos atrapados en nuestra única versión de la realidad, donde podemos ver y escuchar al otro, sentir quién es realmente el otro y eso nos posibilita el estar con y comunicarnos apropiadamente con él o ella.

La esencia del discurso y la acción compasiva es estar ahí para los demás, sin retirarnos ante el horror, el miedo o la ira que podamos sentir.

Es dificil entender que lo que rechazamos ahí afuera es lo que rechazamos en nosotros mismos y lo que rechazamos en nosotros es lo que vamos a rechazar ahí afuera. Sentir compasión empieza y termina en la compasión que sentimos por todas las partes no deseadas de nosotros mismos, por todas esas imperfecciones que ni siquiera queremos mirar en nosotros.  Hay un lema de las enseñanzas budistas que dice “dirige toda la culpa hacia ti mismo”. Y es que si algo me duele mucho es porque me estoy aferrando muy intensamente. Lo que el lema indica es que el dolor procede del apego a hacer las cosas a nuestro modo, y que cuando nos sentimos incomodos es porque estamos en un lugar o situación en la que no queremos estar, una de las principales salidas que tomamos es juzgar y culpar a alguien o algo.

Comportarse de forma compasiva significa comportarse de formas que identificamos como provechosas para nosotros y nuestro sufrimiento, y que nos ayudarán a progresar en el camino de la vida; y es un comportamiento que también podemos dirigir hacia los demás. De modo que, a veces, el comportamiento compasivo puede implicar ser buenos con nosotros mismos, reconocer que necesitamos unas vacaciones, tomarnos un descanso, que nos mimen, el apoyo de los demás o, simplemente, tratarnos con amabilidad. Pero también requiere valentía para hacer cosas que puede que nos estén bloqueando. A veces, el comportamiento compasivo consiste en hacer cosas que no queremos hacer, como, por ejemplo, enfrentarnos a algo a pesar de que la depresión, la ansiedad o los prejuicios hacen que prefiramos evitar la confrontación.

Es compasivo porque, aunque elegir lo que parece el camino más fácil a corto plazo (p. ej., evitar hacer algo) puede proporcionarnos un alivio temporal, esto no nos lleva a ninguna parte. Muchas veces el actuar para evitar sentir cierta culpa, nos lleva a actuar posteriormente de una forma en la que sí tenemos culpa. Puedes leer esta entrada sobre la culpa.
La ayuda genuinamente compasiva nunca es sumisa ni implica rendirse a los deseos de otra persona, cosa que nos deja llenos de resentimiento o muy necesitados de aprobación. Es difícil actuar de forma compasiva desde una posición de miedo o debilidad. Así que, a veces, debemos aprender asertividad para plantarnos ante los demás y decir: «No». La persona compasiva debe ser sensata, atenta, curiosa y abierta, pero a veces también requiere valentía, y todos podemos intentarlo.

La culpa nos impide comunicar de manera genuina con los demás, y en lugar de sostenerla, la fortificamos con nuestras ideas sobre quién tiene razón. Y esto seamos sinceros, lo hacemos casi casi con todo. Culpar es muy común y muy antiguo y es algo con lo que intentamos sentirnos mejor. Culpar es una forma de proteger nuestros corazones, de proteger lo suave, lo abierto y lo tierno que hay dentro de nosotros. En lugar de adueñarnos de nuestro propio dolor, lo que hacemos es tratar de ponernos cómodos. Es una tendencia que pretende tenerlo todo en nuestros propios terminos y a nuestra manera. Culpar es una manera de agarrarnos a algo. 

Una distinción que puede ayudarnos es la que existe entre vergüenza y culpabilidad, dos cosas que la gente confunde a menudo. Cuando sentimos vergüenza, nos centramos en nosotros mismos y en cómo creemos que nos ven los demás, por ejemplo, en que piensan mal de nosotros. Con la vergüenza nos sentimos expuestos y pensamos que algo
no va bien en nosotros, o que tenemos un defecto. Nos sentimos ansiosos, deprimidos y nuestro corazón se hunde. Bajamos la cabeza y evitamos la mirada de los demás, cubriendo las cosas que nos avergüenzan. Si nos avergonzamos de nosotros mismos, nos despreciamos y nos mostramos autocríticos. Así, la vergüenza se basa en amenazas y ataques, en lo malos y poco adecuados que nos sentimos, en juzgar y ser juzgados. Como la vergüenza puede estar basada en la acusación y el castigo, las personas tienden a evitarla.

La culpabilidad es muy distinta. Cuando nos sentimos culpables, estamos abiertos a lo que hemos hecho: «¡Ay, madre, he sido yo, lo siento muchísimo!». Nuestras expresiones faciales y sentimientos son muy distintos, nada de bajar la cabeza o escondernos.
Nuestros sentimientos buscan reparar, hablar, mientras que con la vergüenza queremos apartarnos o atacar. Además, la culpabilidad suele centrarse en sucesos o comportamientos concretos («Me siento culpable porque hice esto o pensé aquello»), mientras que la vergüenza se basa en sentimientos sobre nosotros mismos, cosas como que no somos adecuados, tenemos defectos o no somos atractivos.

La culpabilidad puede surgir allí donde se dan conflictos entre cosas que queremos tener o hacer pero que pueden dañar a otros, situaciones en las que la ganancia de uno es la pérdida de otro. Sin embargo, si nos preocupamos demasiado por no hacer daño ni molestar a los demás y no lo equilibramos con nuestras propias necesidades, podríamos convertirnos en sumisos, y eso no es compasivo. La compasión no consiste en evitar cualquier conflicto, sino en cómo nos enfrentamos a ellos.
Para aclarar la distinción, veamos las reacciones de dos hombres, John y Tom. Ambos tienen una aventura. Cuando sus mujeres los descubren, John piensa: «Oh, Dios mío, ahora mi mujer me lo va a hacer pasar fatal. Quizá ya no me quiera tanto. ¿Y si se lo cuenta a nuestros amigos? ¿Cómo voy a mirarlos a la cara? Será mejor que los evite una temporada. Seré bueno para que mi mujer vuelva a quererme». John no piensa en absoluto en el dolor y el daño que le ha causado a su mujer, sólo en sí mismo. Su mayor preocupación es el daño que el descubrimiento le ha causado a él. Sus sentimientos están basados en la vergüenza.

Tom, sin embargo, se siente muy triste por el dolor que le ha causado a su mujer y el daño que ha hecho a su relación. Reconoce lo mal que se sentiría si la situación fuera la contraria y siente remordimientos (empatía). Puede que a Tom también le preocupe que su mujer lo quiera menos y lo que puedan pensar de él sus amigos si se enteran, pero lo
que más le preocupa es el daño que ha causado. Sus sentimientos están basados en la culpabilidad.
Los sentimientos de culpabilidad suelen estar relacionados con el miedo y la tristeza.
Cuando hemos hecho algo que ha causado daño a alguien, podemos sentir tristeza, y este sentimiento, a su vez, está relacionado con los remordimientos y el arrepentimiento. Son estos sentimientos los que hacen que queramos arreglar las cosas. Así que, por ejemplo, puede que John no esté muy triste por lo que ha hecho, porque sólo está centrado en el
daño causado por el descubrimiento. En cambio, a Tom le entristece profundamente el daño que sufre su mujer.

Este texto lo he escrito apoyándome en algun pasaje del libro “La mente compasiva” de Paul Gilbert

La alegría del idiota

La alegría del idiota

Había una vez, un hombre de mediana edad que estaba cansado de sí mismo. Estaba cansado de su quehacer, de su estado interno de seriedad y su connotación de gravedad para las cosas, que le hacían contactar con una pesada frustración, que intentaba aliviar mediante el hacer, el bien hacer por supuesto, lo cual le metía de nuevo en la rueda de la frustración. Hay que decir también que la orientación de este hombre era estar constantemente haciendo cosas, embargado por un sinfín de intereses que le empujaban a estar descubriendo y aprendiendo para sentir que era querible por todo lo que sabia hacer y lo bien que hacía las cosas.

Si bien esta actitud de curiosidad hacia la vida puede en algunos casos ser recomendable, en otros, como este, resulta perjudicial. Porque? porque en este caso la incesante curiosidad le llevaba a ser autodidacta en muchas cosas, (recordemos su búsqueda inconsciente de amor a través de saber hacer muchas cosas y bien hechas) con lo que nunca llegaba a ser maestro en nada y muchas veces se quedaba a medias con lo que generaba constantemente asuntos pendientes que le hacían sentir un peso vital y una insatisfacción por no hacer las cosas bien. Esto, le contactaba una actitud seria, orientada a la producción y al resultado, que después de tantos años se daba cuenta de que no le beneficiaba en nada puesto que casi nunca le permitía contactar con la alegría.

Quiero aquí mostrar su diálogo interno:

A: ¿Cuando voy a estar alegre? ¿Es que soy idiota?

B: Porque… si un idiota está alegre, ¿qué pasa?

A: Pero la cosa es que yo no soy idiota y como no soy idiota no puedo estar alegre. Los idiotas son los que estan alegres porque los que no lo son, estan pendientes de hacer otras cosas que no son estar alegres, porque la alegria no sirve para nada, la alegria te quita el tiempo, te quita y te distrae. La alegría no es lo que te va a sacar de aquí!

B: Pero… ¿de donde ha de sacarte?

A: Sabes que pasa, que yo quiero estar alegre y me da igual perder el tiempo o no ser productivo, me da igual no ser idiota o serlo, si para estar alegre he de ser idiota, prefiero serlo, porque estoy ya harto de estar serio y preocupado. Quiero reir y pasarmelo bien. Sin ninguna finalidad. Parece que esté mal y no puedo pero yo quiero poder.

B: Así de serio me estas haciendo daño, no disfrutas las cosas.

A: Solo las hago y las consumo pero no las saboreo, porque no me alegro, porque solo se alegra el idiota que no ve lo que le espera mañana. Porque si ves la mierda que nos rodea no estarias contento ni un momento. Estar contento con la mierda al rededor es de idiotas.

B: Eso es lo que no te deja estar contento. No querer ser idiota. No querer pasar de todo lo malo que te rodea.

A: Pero como voy a pasar de todo lo malo? Es que parece que ni sé lo que es malo o lo que hay de malo, es un estado general de alerta y de atención ante una sensación de algo que venga a cortarte la alegría.

B: Ya. Un hacerte sentir idiota porque estas contento.

A: Exacto, la alegria del idiota.

Conclusión: Si para estar alegre has de ser idiota, mas vale que prefieras serlo y soltar la alerta y la atención. Con la guardia subida es muy difícil que haya alegría sin sentirte idiota. Si el amor ha de llegarte por el resultado de tu quehacer, difícilmente vas a bajar la guardia. Sin bajar la guardia difícilmente podrás llegar a la sensación de paz y relajación necesarias para sentir la alegría de que todo está bien tal y como está.

¿Y tu? ¿Como vives tu relación con la emoción de la alegría? ¿Te es fácil contactar con ella? ¿O no te la permites como en este caso por algún o otro motivo? Comparte con nosotros tu experiencia sobre esta emoción, y el cómo se da en ti.

Abrazos!

Madre

Madre

No me digas
que estás llena de arrugas, que estás llena de sueño,
que se te han caído los dientes,
que ya no puedes con tus pobres remos hinchados,
deformados por el veneno del reuma.

No importa, madre, no importa.
Tú eres siempre joven,
eres una niña,
tienes once años.
Oh, sí, tú eres para mí eso: una candorosa niña.

Y verás que es verdad si te sumerges en esas lentas aguas,
en esas aguas poderosas,
que te han traído a esta ribera desolada.
Sumérgete, nada a contracorriente, cierra los ojos,
y cuando llegues, espera allí a tu hijo.
Porque yo también voy a sumergirme en mi niñez antigua,
pero las aguas que tengo que remontar hasta casi la fuente,
son mucho más poderosas, son aguas turbias, como teñidas de
sangre.
Óyelas, desde tu sueño, cómo rugen,
cómo quieren llevarse al pobre nadador.
¡Pobre del nadador que somorguja y bucea en ese mar salobre de la
memoria!
…Ya ves: ya hemos llegado.
¿No es una maravilla que los dos hayamos arribado a esta prodigiosa
ribera de nuestra infancia?
Si, así es como a veces fondean un mismo día en el puerto de
Singapur dos naves,
y la una viene de Nueva Zelanda, la otra de Brest.
Así hemos llegado los dos, ahora, juntos.
Y ésta es la única realidad, la única maravillosa realidad:
que tú eres una niña y que yo soy un niño.

¿Lo ves, madre?
No se te olvide nunca que todo lo demás es mentira, que esto solo es
verdad, la única verdad.
Verdad, tu trenza muy apretada, como la de esas niñas acabaditas de
peinar ahora,
tu trenza, en la que se marcan tan bien los brillantes lóbulos del
trenzado,
tu trenza, en cuyo extremo pende, inverosímil, un pequeño lacito rojo;
verdad, tus medias azules, anilladas de blanco, y las puntillas de los
pantalones que te asoman por debajo de la falda;
verdad, tu carita alegre, un poco enrojecida, y la tristeza de tus ojos.
(Ah, ¿por qué está siempre la tristeza en el fondo de la alegría?)
¿Y adónde vas ahora? ¿Vas camino del colegio?

Ah, niña mía, madre,
yo, niño también, un poco mayor, iré a tu lado,
te serviré de guía,
te defenderé galantemente de todas las brutalidades de mis
compañeros,
te buscaré flores,
me subiré a las tapias para cogerte las moras más negras, las más
llenas de jugo,
te buscaré grillos reales, de esos cuyo cri-crí es como un choque de
campanitas de plata.
¡Qué felices los dos, a orillas del río, ahora que va a ser el verano!

A nuestro paso van saltando las ranas verdes,
van saltando, van saltando al agua las ranas verdes:
es como un hilo continuo de ranas verdes,
que fuera repulgando la orilla, hilvanando la orilla con el río.
¡Oh qué felices los dos juntos, solos en esta mañana!
Ves: todavía hay rocío de la noche; llevamos los zapatos
llenos de deslumbrantes gotitas.

¿O es que prefieres que yo sea tu hermanito menor?
Sí, lo prefieres.
Seré tu hermanito menor, niña mía, hermana mía, madre mía.
¡Es tan fácil!
Nos pararemos un momento en medio del camino,
para que tú me subas los pantalones,
y para que me suenes las narices, que me hace mucha falta
(porque estoy llorando; sí, porque ahora estoy llorando).

No. No debo llorar, porque estamos en un bosque.
Tú ya conoces las delicias del bosque (las conoces por los cuentos,
porque tú nunca has debido estar en un bosque,
o por lo menos no has estado nunca en esta deliciosa soledad,
con tu hermanito).
Mira, esa llama rubia que velocísimamente repiquetea las ramas
de los pinos,
esa llama que como un rayo se deja caer al suelo, y que ahora
de un bote salta a mi hombro,
no es fuego, no es llama, es una ardilla.
¡No toques, no toques ese joyel, no toques esos diamantes!
¡Qué luces de fuego dan, del verde más puro, del tristísimo y virginal
amarillo, del blanco creador, del más hiriente blanco!
¡No, no lo toques!: es una tela de araña, cuajada de gotas de rocío.
Y esa sensación que ahora tienes de una ausencia invisible, como una
bella tristeza, ese acompasado y ligerísimo rumor de pies lejanos,
ese vacío, ese presentimiento súbito del bosque,
es la fuga de los corzos. ¿No has visto nunca corzas en huida?
¡Las maravillas del bosque! Ah, son innumerables; nunca te las podría
enseñar todas, tendríamos para toda una vida…

…para toda una vida. He mirado, de pronto, y he visto tu bello rostro
lleno de arrugas,
el torpor de tus queridas manos deformadas,
y tus cansados ojos llenos de lágrimas que tiemblan.
Madre mía, no llores: víveme siempre en sueño.
Vive, víveme siempre ausente de tus años, del sucio mundo hostil,
de mi egoísmo de hombre, de mis palabras duras.
Duerme ligeramente en ese bosque prodigioso de tu inocencia,
en ese bosque que crearon al par tu inocencia y mi llanto.
Oye, oye allí siempre cómo te silba las tonadas nuevas tu hijo, tu hermanito, para arrullarte el sueño.

No tengas miedo, madre. Mira, un día ese tu sueño cándido se te hará
de repente más profundo y más nítido.
Siempre en el bosque de la primer mañana, siempre en el bosque
nuestro.
Pero ahora ya serán las ardillas, lindas, veloces llamas, llamitas de
verdad;
y las telas de araña, celestes pedrerías;
y la huida de corzas, la fuga secular de las estrellas a la busca de Dios.
Y yo te seguiré arrullando el sueño oscuro, te seguiré cantando.
Tú oirás la oculta música, la música que rige el universo.
Y allá en tu sueño, madre, tú creerás que es tu hijo quien la envía.
Tal vez sea verdad: que un corazón es lo que mueve el mundo.
Madre, no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en el bosque el más
profundo sueño.
Espérame en tu sueño. Espera allí a tu hijo, madre mía.

La madre, Damaso Alonso

El cambio lleva tiempo

El cambio lleva tiempo

El otro día leí, que de mayores nos hacemos lo que nos hicieron nuestros padres cuando éramos pequeños.

Y pensé, será asi? Será que la manera que tengo de actuar y de tratar(me), y lo escribo así porque de la manera que me trato a mi es la manera en que trato a los demás, es la misma que recibí cuando era niño?
Y empecé a observar(me), dejarme sentir en qué lugar estoy actualmente, no físicamente claro, sino emocionalmente, dejar que llegue a mi conciencia cómo siento que es mi vida, cómo me siento yo viviendo esta vida que tengo y cómo actúo, qué hago, cómo me trato yo a mi mismo y cómo trato a los demás. Hacia donde me arrastran las fuerzas y movimientos de mi inconsciente, que por mucho que me empeñe en que no, que no quiero esto para mí, acaba siendo, quizás por olvido de mí, el mismo agujero en el que siempre vuelvo a caer.

Y así te lo digo: SI.

Si que me trato como me trataron cuando fuí niño. Soy yo mismo el que me dejo caer en ese estado, sería antinatural recibir otra cosa distinta a la que recibí, al afecto, al trato, al cariño, a la comprensión, a la ternura, al amor del cual yo sentí que era digno de recibir. Y es que claro que no puedo tener otra cosa, porque es que soy yo mismo el que pienso eso de mi, el que me infrinjo lo mismo y me maltrato, el que me culpo y el que me abandono y el que me doy el trato que aprendí en mi propia piel. Y es que hay cosas que llevamos grabadas a fuego, hay cosas en la vida que se infiltran hasta la médula y ahí están, dando por saco una y otra y otra vez.

Me doy cuenta de ello, y lo cambio. Me quiero. Y vuelvo a olvidarme de mí. Otra vez me siento igual. Me cuesta verlo, cada vez menos, pero es como un mantra, que por suerte, cada vez dura menos. Al final llega un momento (con el trabajo) como en el que creo que yo estoy ahora, que digo YA ESTÁ BIEN, ya basta, se acabó, pasa la página, déjame en paz de una vez porque en mi vida, ahora, mando yo. Hago callar a esa vocecita que no deja de machacarme y de decir ves, si es que yo tenia razón, esto es así! Todo eso que te digo tantas y tantas veces es cierto!
Y a ésta es a la postura a la que uno llega cuando lo ha visto ya en cinemascope. Me lo he mirado del derecho, del revés, por arriba, por abajo, lo he entendido, lo he trabajado, lo he llorado, lo he pataleado, me lo he sacado de encima y el puto cabrón ha vuelto a venir. Otra vez dando por saco, otra vez el mismo sentimiento, el mismo malestar. Y es que sin querer, a veces, algunos de nosotros, nos quedamos enganchados en eso (en lo que en gestalt lllamamos una gestalt inconclusa). Una cosa que fué, y quedó abierta pero que ya no es, y que dentro nuestro sigue pugnando por cerrarse, por satisfacer eso que se necesitó en el momento original y que ahora ya no va a poder satisfacerse. Por eso se repiten los patrones, porque inconscientemente nos metemos en las cosas de la vida que nos permitan revivir esa situación que quedó abierta para poderla cerrar.

Pero bueno ya está bien, acaso voy a tener que pagar toda mi vida esto? A caso voy a tener que sentirme victima por siempre de mis circunstáncias? Es que no hay otra salida que vivir así, con esta sensación por siempre? Ya no voy a poder cerrar esa situación, porque ni soy el mismo, ni las personas con las que eso me sucedió son las mismas. Para eso me sirve la conciencia.

Y me invade un profunda compasión. Una mirada llena de ternura hacia un niño que no tuvo más remedio que el que le tocó, que no tuvo otra opción a vivir lo que vivió. Esa mirada compasiva que entiende que uno no tuvo culpa de nada, que las cosas fueron como fueron y que no tuvo nada que ver con lo que le sucedió. Y entonces me invade la paz y una profunda comprensión y cariño hacia todo mi ser. Y siento la inocencia del niño que fuí. Y entiendo mi vida, mis dificultades, perdono el no saber hacerlo de otra forma y no por ello debo castigarme.

Y es que vivir no es fácil, nadie nos ha enseñado, hemos llegdo a este mundo y nos han arrancado de nuestra madre sin tan siquiera darnos tiempo a nada, nos han lanzado a crecer en un entorno para cual no venimos preparados, un entorno lleno de amenazas para un ser tan indefenso y lleno de amor como es un niño. Nunca nadie nos dijo como enfrentar el sufrimiento, como traspasar el dolor, como amarnos de verdad. Y así es como la mayoría de nosotros vivimos, ciegos ante nosotros mismos, sin querer ver, con una cantidad de dolor guardado inconscientemente en las mazmorras de nuestro infierno deseando que no salga nunca, sin saber que eso es lo que nos va a curar, nos va a hacer crecer, madurar, te va ha hacer mas fuerte, te va a convertir, si decides confrontarlo y no te rindes hasta traspasarlo, en un individuo de verdad, uno de esos que es capaz de darse él mismo el apoyo que le hace falta en el momento en el que le hace falta, que no necesita del entorno para sentirse válido, no necesita la mirada del otro para sentirse querido, aceptado, respetado y un sinfín de cosas más porque ahora ya es capaz de dárselo el mismo, de amarse, quererse, aceptarse, respetarse, validarse sin sentirse mal por ello.

Es el camino de toda una vida el que nos va a permitir crecer y madurar, y cuanto antes empieces a hacerte consciente más tiempo tendrás para disfrutar de ti mismo.

El complejo materno y el mito de cibeles

El complejo materno y el mito de cibeles

Mito de cibeles
Cibeles, gran diosa anatolia, creadora de la naturaleza, tuvo un hijo. Altis. Desde el primer momento, cibeles quedo prendada de la belleza y gracia de su hijo, y vivía para procurarle total felicidad. A medida que el iba creciendo, pasando de la niñez a la juventud, su amor se hacia mas profundo, y cuando altis llego a la virilidad, su madre lo convirtió en su amante y lo inició como sacerdote de sus misterios.

Este acto implicaba para altis realizar un voto de fidelidad absoluta. El resultado de tal decisión fue que madre e hijo, ahora amantes, se recluyeron a vivir en un cosmos sellado, unidos por un vinculo que imaginaban inquebrantable. Sin embargo, altis no podía estar alejado del mundo exterior, y uno de sus mayores placeres era deambular por las colinas y los bosques. En una ocasión, mientras dormía bajo las ramas de un pino, se le acerco una hermosa ninfa: sagartis. Al momento de despertar y verla Atis se enamoro de ella, y sin dilación le hizo el amor. 

Pero nada quedaba oculto a los ojos y oídos de su madre Cibeles. Al enterarse de la infidelidad de su hijo-amante se sintió dominada por terribles celos, y apaleo a Atis de modo frenético. Éste, en un arrebato de locura, se castró para testimoniar que nunca volvería a quebrantar su voto de fidelidad. Cuando Atis se recupero de su rapto estaba mortalmente herido y fue desangrándose hasta morir en los brazos de cibeles., bajo el pino donde había hecho el amor con sagaritis. Sin embargo, como Atis era un dios, su muerte no fue definitiva. Cada primavera, el joven renacía para su madre y durante la rica y fructífera estación del verano permanecía con ella. Al llegar el invierno, cuando el sol alcanza su menor fuerza, volvía a morir y cibeles lloraba su muerte hasta la primavera siguiente. 

Extracto sacado del Libro el complejo materno. P33 en adelante

Cada uno puede interpretar este mito como mejor le venga, pero la siguiente visión sicológica es lo que quiero compartir en este momento con quien este leyendo.
Carl G. Jung señala que la fantasía del incesto se puede comprender como un intento del niño de regresar al seno materno, y de un modo mas genérico y simbólico representa la recurrente expresión nostálgica mas primitiva que todo ser humano alberga y que no es otros que regresar al seno materno, ese lugar donde se es uno con la madre, donde no hay peligro, es la dicha plena en la que todavía se es uno consigo mismo y con la causa materna, y del mismo modo es imaginable que la reintegración del producto cumple la misma función desde el lado materno. De este modo madre e hijo están atraídos por una fuerza arquetípica que para llegar a ser autónomos e independientes tienen que vencer. 

Pero la tragedia de este mito reside en la posesión que cibeles quiere mantener con su hijo. Desea que atis este ligado a ella, dependiendo en todo de ella, y que sea incapaz de tener vida propia aparte de la de ella. Y si bien este sentido de pertenencia absoluta encuentra razón en la sicología, que lo explica como una profunda inseguridad que provoca que la persona se sienta amenazada ante cualquier separatividad en sus vinculos, lo cierto es que esta afirmación resulta insuficiente si no incluye la presencia de un poderoso moldeo arquetípico, en esa dirección que preexiste a cualquier situación particular. Esto significa que madre e hijo están destinados a reintegrarse uno en el otro, deseo que el patriarcado requiere que permanezca y se fomente de un modo sublimado. 
La venganza de cibeles ante la infidelidad de su hijo – que es en esencia un intento de éste de construir una identidad independiente – es llevarlo hasta la castración. De este modo, el mito nos ilustra el castigo que conlleva querer ser uno mismo en ajenidad al complejo materno. Atrapados en semejante red inconsciente, los seres humanos no alcanzamos a vivir nuestra vida con plenitud. Nos desprendemos del poder de conformar nuestro propio destino debido al miedo de estar solos. Ser fieles a nosotros mismos y desafiar los mandatos del complejo materno. 
Si bien madre e hijo están influenciados por la misma fuerza inconsciente y permanecen en la misma celda, es el niñ, a causa de su vulnerabilidad, el castrado y privado de la real posibilidad de crecer en su total integridad y diferenciarse de la madre. De manera que por lealtad, no se le puede dar la espalda a la madre, pues seria vivido como traición por el niño, y no cumplir con sus demandas y mandatos inconscientes comporta romper un pacto que nos deja (en nuestro imaginario) fuera del circulo de amor materno y nos expone y condena al fracaso. 

“Si se pone por encima del origen de su vida, entonces ¿como puede tener éxito en su vida, si no reconoce el origen? Bert Hellinger

No es esta una manera de no enfrentar la vida? No es esta una manera que por evitar el dolor renunciamos a nuestra propia vida?

El camino hacia la vida se basa en el cese de tal lealtad. Dejar de identificar mi existencia con la de mi madre, quedar fuera del mundo materno. La vida no es otra cosa que Ser uno mismo y aunque tal situación suponga un fuerte dolor por el sentimiento de traición y falta de amor hacia quien nos dió la vida, es imprescindible pasar por ahí, ya que es parte fundamental para poder crecer y posicionarnos en el mundo, descubrirnos, saber quien somos, tener nuestros valores, creencias, sentimientos y en definitiva poder Ser, ser quien uno es sin necesidad de Ser a través de otro.

Y no es por falta de amor a la madre que hay que nacer esto, sino por todo lo contrario. Vencer esta fuerza arquetípica, esta inercia inconsciente que nos une al núcleo materno es tarea de valientes. Es honrar la vida. Es amarte a ti, a tu hijo y a tu madre por encima de todo. Porque, qué mejor manera de agradecer el regalo de la vida a quién te la dió, que aceptándola plenamente y gozándola en todas sus vertientes?
No hay mayor felicidad para una madre que ver la felicidad de su hijo. Como vas a gozar de tu vida si por amor a tu madre no te permites vivirla. 

Pensamientos y reflexiones

Pensamientos y reflexiones

Voy a utilizar este canal para compartir con quien le interese leer, algunas frases y reflexiones que van más allá del simple entendimiento mental (algunas de ellas claro) y que aunque todos las entendemos, lo realmente provechoso es permitirno ver el alcance que tiene en la vida de cada uno.

 

El mensaje viene del interior

Hay que intentar ir más allá de lo que captan nuestros sentidos

Hay que atender a cualquier simple acto de la vida cotidiana

cuando te sientes mal es cuando debes prestar más atención, en cada momento puedes encontrar la clave para conducir tu vida

nuestra naturaleza nos lleva a escapar de lo que nos duele, porque no tenemos en cuenta que el dolor está presente para enseñarnos

somos como una naranja (cáscara y pulpa)

el dolor empieza cuando nuestra cara exterior no representa nuestro interior

Puedes sentir en la misma cantidad que piensas

todas tus dudas vienen por el contacto con el exterior

no necesitas conocer el mañana para afrontarlo con confianza si estas seguro de ti mismo

la vida es sencilla y tiende al equilibrio

cada uno de tus miedos o dificultades está causado por un desequilibrio de tu infancia o adolescencia

Para curarte debes estar en el presente

si existiera la eternidad, la peor condena sería vivir siempre identificado con una sola parte de mi

la sanación viene al reconocer la resistencia, no al pelearse con ella