por Miquel Gabriel | Ene 31, 2022 | Gestalt, Reflexiones
Definición: “Sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo.”
El trabajo sobre la compasión tiene tanto que ver con los demás como con nosotros mismos. En mis sesiones de terapia suelo repetir como un mantra: “lo mismo es afuera como es adentro”, y es que si no somo compasivos con los demás no lo vamos a poder ser con nosotros ni a la inversa.
Generalmente solemos entender la compasión, según la educación que hayamos recibido como el que debemos mostrarnos compasivos con los que no tienen nada o menos que nosotros, cuando no la asimilamos como una imagen de pena y pobreza. Pero la acción compasiva es una de las prácticas más avanzadas, porque no hay nada mas avanzado que comunicarse con los demás y comunicarse desde el corazón es verdaderamente un desafío. Y la compasión va un poco de eso, de comunicarse desde el corazón.
Para comunicarse verdaderamente hay que estar abierto, comunicar verdaderamente de corazón y estar por alguien conlleva no cerrarnos, ni a esa persona ni a lo que sentimos nosotros mismos. Es permitirnos sentir lo que sentimos y no rechazarlo, aceptar todos y cada uno de nuestros aspectos y sentimientos aunque no nos gusten. Y hacer esto requiere de apertura. Sólo podemos reconocer lo que estamos sintiendo si nos hallamos en un espacio abierto (no cerrarnos ni entrar en negación de lo mio ni lo del otro) y libre de juicios. Es decir, relacionarnos con las complejidades de las emociones y la vida propia y de los demás sin condenarlas. Está claro que nuestro nivel de comprensión repercutirá en nuestros juicios y en nuestro
deseo de condenar las cosas.
Debe quedar claro que no juzgar no es no preferir, no significa que todo sea aceptable. No juzgarnos a nosotros mismos no es lo mismo que decir que no tenemos preferencias o valores, o que no estamos abiertos y dedicados a corregirnos, sino que consiste en dejar de atacarnos y condenarnos a nosotros mismos. Lo que sucede es que la crítica y la condena van ligadas a ciertos sentimientos, normalmente la ira, la frustración y el desprecio. Y a la culpa.
Sólo en un espacio de estas características no estaremos atrapados en nuestra única versión de la realidad, donde podemos ver y escuchar al otro, sentir quién es realmente el otro y eso nos posibilita el estar con y comunicarnos apropiadamente con él o ella.
La esencia del discurso y la acción compasiva es estar ahí para los demás, sin retirarnos ante el horror, el miedo o la ira que podamos sentir.
Es dificil entender que lo que rechazamos ahí afuera es lo que rechazamos en nosotros mismos y lo que rechazamos en nosotros es lo que vamos a rechazar ahí afuera. Sentir compasión empieza y termina en la compasión que sentimos por todas las partes no deseadas de nosotros mismos, por todas esas imperfecciones que ni siquiera queremos mirar en nosotros. Hay un lema de las enseñanzas budistas que dice “dirige toda la culpa hacia ti mismo”. Y es que si algo me duele mucho es porque me estoy aferrando muy intensamente. Lo que el lema indica es que el dolor procede del apego a hacer las cosas a nuestro modo, y que cuando nos sentimos incomodos es porque estamos en un lugar o situación en la que no queremos estar, una de las principales salidas que tomamos es juzgar y culpar a alguien o algo.
Comportarse de forma compasiva significa comportarse de formas que identificamos como provechosas para nosotros y nuestro sufrimiento, y que nos ayudarán a progresar en el camino de la vida; y es un comportamiento que también podemos dirigir hacia los demás. De modo que, a veces, el comportamiento compasivo puede implicar ser buenos con nosotros mismos, reconocer que necesitamos unas vacaciones, tomarnos un descanso, que nos mimen, el apoyo de los demás o, simplemente, tratarnos con amabilidad. Pero también requiere valentía para hacer cosas que puede que nos estén bloqueando. A veces, el comportamiento compasivo consiste en hacer cosas que no queremos hacer, como, por ejemplo, enfrentarnos a algo a pesar de que la depresión, la ansiedad o los prejuicios hacen que prefiramos evitar la confrontación.
Es compasivo porque, aunque elegir lo que parece el camino más fácil a corto plazo (p. ej., evitar hacer algo) puede proporcionarnos un alivio temporal, esto no nos lleva a ninguna parte. Muchas veces el actuar para evitar sentir cierta culpa, nos lleva a actuar posteriormente de una forma en la que sí tenemos culpa. Puedes leer esta entrada sobre la culpa.
La ayuda genuinamente compasiva nunca es sumisa ni implica rendirse a los deseos de otra persona, cosa que nos deja llenos de resentimiento o muy necesitados de aprobación. Es difícil actuar de forma compasiva desde una posición de miedo o debilidad. Así que, a veces, debemos aprender asertividad para plantarnos ante los demás y decir: «No». La persona compasiva debe ser sensata, atenta, curiosa y abierta, pero a veces también requiere valentía, y todos podemos intentarlo.
La culpa nos impide comunicar de manera genuina con los demás, y en lugar de sostenerla, la fortificamos con nuestras ideas sobre quién tiene razón. Y esto seamos sinceros, lo hacemos casi casi con todo. Culpar es muy común y muy antiguo y es algo con lo que intentamos sentirnos mejor. Culpar es una forma de proteger nuestros corazones, de proteger lo suave, lo abierto y lo tierno que hay dentro de nosotros. En lugar de adueñarnos de nuestro propio dolor, lo que hacemos es tratar de ponernos cómodos. Es una tendencia que pretende tenerlo todo en nuestros propios terminos y a nuestra manera. Culpar es una manera de agarrarnos a algo.
Una distinción que puede ayudarnos es la que existe entre vergüenza y culpabilidad, dos cosas que la gente confunde a menudo. Cuando sentimos vergüenza, nos centramos en nosotros mismos y en cómo creemos que nos ven los demás, por ejemplo, en que piensan mal de nosotros. Con la vergüenza nos sentimos expuestos y pensamos que algo
no va bien en nosotros, o que tenemos un defecto. Nos sentimos ansiosos, deprimidos y nuestro corazón se hunde. Bajamos la cabeza y evitamos la mirada de los demás, cubriendo las cosas que nos avergüenzan. Si nos avergonzamos de nosotros mismos, nos despreciamos y nos mostramos autocríticos. Así, la vergüenza se basa en amenazas y ataques, en lo malos y poco adecuados que nos sentimos, en juzgar y ser juzgados. Como la vergüenza puede estar basada en la acusación y el castigo, las personas tienden a evitarla.
La culpabilidad es muy distinta. Cuando nos sentimos culpables, estamos abiertos a lo que hemos hecho: «¡Ay, madre, he sido yo, lo siento muchísimo!». Nuestras expresiones faciales y sentimientos son muy distintos, nada de bajar la cabeza o escondernos.
Nuestros sentimientos buscan reparar, hablar, mientras que con la vergüenza queremos apartarnos o atacar. Además, la culpabilidad suele centrarse en sucesos o comportamientos concretos («Me siento culpable porque hice esto o pensé aquello»), mientras que la vergüenza se basa en sentimientos sobre nosotros mismos, cosas como que no somos adecuados, tenemos defectos o no somos atractivos.
La culpabilidad puede surgir allí donde se dan conflictos entre cosas que queremos tener o hacer pero que pueden dañar a otros, situaciones en las que la ganancia de uno es la pérdida de otro. Sin embargo, si nos preocupamos demasiado por no hacer daño ni molestar a los demás y no lo equilibramos con nuestras propias necesidades, podríamos convertirnos en sumisos, y eso no es compasivo. La compasión no consiste en evitar cualquier conflicto, sino en cómo nos enfrentamos a ellos.
Para aclarar la distinción, veamos las reacciones de dos hombres, John y Tom. Ambos tienen una aventura. Cuando sus mujeres los descubren, John piensa: «Oh, Dios mío, ahora mi mujer me lo va a hacer pasar fatal. Quizá ya no me quiera tanto. ¿Y si se lo cuenta a nuestros amigos? ¿Cómo voy a mirarlos a la cara? Será mejor que los evite una temporada. Seré bueno para que mi mujer vuelva a quererme». John no piensa en absoluto en el dolor y el daño que le ha causado a su mujer, sólo en sí mismo. Su mayor preocupación es el daño que el descubrimiento le ha causado a él. Sus sentimientos están basados en la vergüenza.
Tom, sin embargo, se siente muy triste por el dolor que le ha causado a su mujer y el daño que ha hecho a su relación. Reconoce lo mal que se sentiría si la situación fuera la contraria y siente remordimientos (empatía). Puede que a Tom también le preocupe que su mujer lo quiera menos y lo que puedan pensar de él sus amigos si se enteran, pero lo
que más le preocupa es el daño que ha causado. Sus sentimientos están basados en la culpabilidad.
Los sentimientos de culpabilidad suelen estar relacionados con el miedo y la tristeza.
Cuando hemos hecho algo que ha causado daño a alguien, podemos sentir tristeza, y este sentimiento, a su vez, está relacionado con los remordimientos y el arrepentimiento. Son estos sentimientos los que hacen que queramos arreglar las cosas. Así que, por ejemplo, puede que John no esté muy triste por lo que ha hecho, porque sólo está centrado en el
daño causado por el descubrimiento. En cambio, a Tom le entristece profundamente el daño que sufre su mujer.
Este texto lo he escrito apoyándome en algun pasaje del libro “La mente compasiva” de Paul Gilbert
por Miquel Gabriel | Abr 7, 2020 | Gestalt
Con esta pandemia podemos todos juntos. Aunque el precio es el aislamiento. Qué decir de esto. Pocas palabras me salen al respecto.
Para mi esta siendo un tiempo en el que paulatinamente va disminuyendo toda la actividad mental y que tan superflua me estoy dando cuenta que es. Cuanto tiempo paso en mi cabeza! Éste es un tiempo donde desde el no hacer, o desde el hacer sin producir, el hacer por hacer, voy rescatando lo importante para mi. El valor que tiene para mi eso que hago desde lo que soy. Porque es lo que eres lo que te da sentido. Porque el sentido no está en lo que consigues hacer sino en quién eres antes, durante y después de hacerlo, sea cual sea el resultado.
Porque el sentido está en estar en contacto contigo, con lo que eres y lo que te define. Con tu presencia.
Porque nada de lo que haces te define mas allá de un juicio o una etiqueta, y el único que está aqui para juzgar es tu ego, ese que se instaló y que se apoderó de tu ser haciéndote creer que debes de hacer una serie de cosas para ser. Ése que te hace creer que si no eres no vales.
Y de eso es de lo que me estoy intentando explicar, de que yo soy yo más allá de lo que hago, de lo que he hecho o de lo que haré. De que mi valor es intrínseco y que nada ni nadie me lo puede quitar mas que yo.
por Miquel Gabriel | Jun 30, 2015 | Personal, Reflexiones
A veces, tengo la extraña sensación de que estoy “peormente” mejor, sí, estoy “peormente” mejor. Es que a veces siento que estoy jodido, que no avanzo, que he embarrancado la proa y necesito encender el motor para forzar el avance. Como que el fluir, a veces, parece ir despacio para conmigo mismo, el fluir interno hacia mi descubrimiento y recursos personales, hacia mi vida, parece que se atasca. Y es que conforme uno va avanzando en su proceso y se empieza a ver el culo, cuando empiezas a ver que no todo es bonito, cuando empiezas a descubrir tu lado oscuro, es cuando estás “peormente” mejor. Es incómodo hacerse cargo, muchas veces, del pastel que uno tiene. Y más cuando creía que no tenia nada, y de repente, toma, pastel de 3 pisos. De esos gruesos y rellenos, de los que cunden, de los dejan lleno. Cuando las personas van asimilando sus cosas y dejan de echar balones fuera, cuando empiezan a responsabilizarse de sí mismas, es cuando empiezan a estar “peormente” mejor, y más durante el proceso terapéutico.
Y… Qué es una persona?
Sin entrar en muchas explicaciones y sintetizando, ya que lo mío no son las letras, persona viene de per-sonare. Para sonar más fuerte. Y es la máscara que se pone el actor, el griego, para sonar, para amplificar su voz y que todo el mundo le oiga. Progresivamente, en la comedia griega, se dejó de llamar per-sonare a la máscara y se le empezó a llamar así al papel que el actor representaba, al personaje. Más tarde, pasó a llamarse persona al ser humano, desde el punto de vista del personaje que todo ser humano es. El personaje que somos.
Os acordáis del personaje que encarna Jim Carrey en El show de thruman, con ese interesante argumento que llama la atención, ya que parece que eso que le ocurre al protagonista sólo le ocurre al protagonista. Y yo me pregunto, ¿no seré yo Thruman? No estaré en medio de una obra de teatro? Dentro de esta obra, ¿no me ha tocado el papel de mi vida? ¿No me ha tocado un reparto de actores, mis padres, mis amigos, hermanos, etc? ¿No me han sido dadas las cosas que me toca hacer?¿No he aprendido a cómo actuar mi vida? Y quizás llevo ya en esta obra 40 años, 30, 20, 50, los que sean, y cuando salgo de este teatro y me relaciono, ya no me relaciono desde lo que soy, sino desde ése personaje que se me ha pegado y que sigo creyendo que soy, ése o ésa que hace y deshace, que representa ese papel. Ese personaje que ha aprendido a representar con éxito su propia obra de teatro.
Puedo ir de Don Quijote, o de Sancho Panza, o del que me haya gustado y haya elegido yo para mí, y al ir por la calle y encontramos, en lugar de encontrarnos desde nuestra esencia y relacionarnos desde lo que somos, nos relacionamos desde el Don Quijote, porque es imposible que yo deje de hacer de Don Quijote y tu de Sancho Panza.
Como Paco Moran en la extraña pareja, junto a Joan Pera. Tantos años haciendo la misma obra de teatro, creo que al rededor de 20, 25 años!!. o 50, en escena, actuando, representando, un montón de años en los que te reconocen por el personaje que eres. Y claro llega un momento en el que ya, evidentemente, ineludiblemente, eres ese. Y aquí es importante recordar que esto es lo que nos creemos que somos. Y que esto es plástico, esto se puede cambiar, es sólo un intermediario, es mi ego, mi persona, mi máscara, y se puede cambiar. Es el intermediario entre la esencia y el mundo, y es un intermediario que está muy arraigado. Todo lo que yo muevo dentro de mi, se amplifica y se mueve en mi personaje de una cierta manera, como si fuéramos una especie de transformer.
Es que cuando uno va descubriendo el pastel, cuando va estando “peormente” mejor y se va dando cuenta de cosas, ha de ser capaz de mirarlo en distancia, sin opinar, sin juzgar. El proceso terapéutico es para eso, para ir ampliando la conciencia, el darse cuenta. Porque sólo siendo conscientes, sabiendo quien somos, qué hacemos, cómo actuamos, podremos elegir. Podremos cambiar. Sería una actitud como el investigador que investiga hormigas, que no opina. Sólo descubre cosas que anota en su cuaderno y constata lo que es. Cuando ve que las hormigas devoran al gusanito no empieza: vaya hijas de puta las hormigas, se comen sin piedad al gusano, y la pobre araña ahí al lado…. las hormigas … vaya hijas de puta. No hace eso no, dice: Son las 9 de la mañana, las hormigas rodean al gusano a modo de emboscada, empiezan a comer por la cabeza, lo descuartizan y se lo llevan para adentro. Observando solamente cómo se dan las cosas, sin opinar.
Pero vamos, que cuando uno se coloca en investigador de su propio carácter, de su manera de ser, cuando descubre su pastelazo, generalmente dice: oooh que horror, soy una mierda. Es que siempre lo has sido!!! Cuando lo descubre debe decir oooh, de puta madre, esto es lo que me voy a currar, esto es lo que quiero transformar y lo que voy a llevar a terapia. Conforme vas poniéndote en modo investigador de ti mismo, vas viendo tu personaje, sus impulsos, los hábitos, las rutinas, el funcionamiento por defecto. En el momento que me entero, que me doy cuenta, ya dejo de ser eso, puedo salir de ahí. En cambio, si me quedo identificado no puedo operar, no puedo trabajar si sigo pegado al asunto. Y ahí es donde el barco embarranca, donde la cosa no fluye, donde repito patrones.
Es una posible actitud a tener, conforme vamos viéndonos: que bien: soy un puto manipulador, soy una sufridora del copón. Cojonudo. Que bien tengo un nuevo dato. No soy yo, es eso, eso es así. Porque todos vamos a dejar al personaje cuando muramos, no hace falta detenerse a darle brillo a la moto, porque te vas a quedar sin ella. Sólo lo justo para que funcione bien y te lleve a los sitios a donde quieres ir, y en condiciones. Todo esto sirve para colocarse en un lugar de trabajo, en un lugar donde no representar ni quedarse anclado en esa persona que eres, en ese personaje para con la vida que te ha tocado y que has elegido vivir, para avanzar, para no repetir.
Gracias Ramón Ballester y tu conocimiento sobre el carácter y la personalidad.
por Miquel Gabriel | Jun 20, 2015 | Personal, Reflexiones
Voy a escribir esta entrada empezando por esta frase: “deixata portar”, y en ella van a ir mis emociones de este fin de semana.
Y es que he estado de boda, y me han hecho un gran regalo, esta frase: “Miquel, espero que aviat trobis a la parella de la teva vida. Jo quan vaig deixar de voler-ho controlar tot i em vaig deixar portar la meva vida va cambiar. Deixa’t portar i l’amor verdader t’apareixerà sol. Segueix els señyals“.
Y es que cuando uno ya está empezando a estar en la frontera de dar las cosas por perdidas y recibe esto, se emociona y no hay para menos. Son ya varios los años en los que he visto pasar la dichosa figurita de mesa en mesa, de novio en novio, de pareja en pareja, y siempre pasaba por delante y nunca se paraba. Y muchos los amigos que han pasado por ahí, y familiares. Muchos los que en mi vida han apostado por llegar lejos en pareja. Y la estatua nunca, yo siempre pensaba: me la van a dar, me la van a dar. Pues no. Pues toma, ahora si.
Esa estatuilla que durante toda mi vida he ido viendo pasar de mesa en mesa, llegó. Esta vez la rulatea se paró en mi casilla. Esta vez me tocó a mi. Y yo como siempre esperaba que pasase de largo, pero no, se plantó, y se quedó, y me la dieron a mi. Y mi sorpresa es enorme. Cuando tengo la sensación de que ya estoy en el olvido de los demás, cuando ya nadie cuenta conmigo, ahora que ya no soy molón y cuando más olvidado me tengo a mi mismo, cuando ya no soy capaz de sentir(me) lo que era, ahora que estoy aceptando lo nuevo de mi, cuando estoy empezando a aceptar que lo que era ya no es, y regreso al entorno donde durante toda mi vida yo he sido el referente para algunos de los allí presentes (mis primos mas pequeños), y cuando además asisto con el vacío personal que siento ahora, resulta que hay algun alma que me tiene en cuenta, que se acuerda de mi.
Pero es que por dios, me doy cuenta de que no paro de juzgar y juzgarme, de proyectar. Me descubrí a mi mismo ya sólo al llegar todo el discurso mental interno que se me disparaba. Cómo pretendo estar bien conmigo mismo si no paro de juzgarme. Es que me resulta muy difícil después de haber tenido una infancia, adolescencia y juventud en la que me he sentido totalmente al contrario de lo que siento ahora, siempre me he sentido importante, el centro, la persona con la que todos cuentan y quieren a su lado. El que sabe hacer eso y le sale bien. En cambio ahora no, no me siento así. Estoy en el otro extremo. Y es desde ahí desde donde ya no soy quien era, desde el juicio, desde la racionalización que me impide entrar en contacto y aceptar lo que es, lo que hay, lo que soy ahora, sin juzgar ni pretender castigar(me). Porque lo que yo era, es parte de lo que soy y es gracias a lo que era que estoy donde estoy. Y es también desde ése lugar desde el que no me dejo llevar ni fluir, desde la rigidez que produce el querer que las cosas sean como uno quiere, como antes. Y la cosa es mas sencilla, es esa cosa de observar sin juzgar, sin poner de lo propio, lo que facilita el estar con lo que hay, en el presente, en contacto, receptivo y abierto a lo interno en relación a lo externo. Es darse cuenta de lo externo y lo interno sin poner juicio entre medio.
Y vuelvo a ello. Alguien se acuerda de mí, me tiene en cuenta y ha pensado en mí para desearme algo bonito, para darme algo suyo, de su día, de su ilusión. Dios como me apreta la garganta, me quema la cara, y la nuez no para de moverse. Estoy muy emocionado. Me caen las lágrimas. Se han han acordado de mí, alguien públicamente me desea algo bueno(almenos para mi). Desea que sea el siguiente de la familia en casarse. Pero si no tengo novia!!! Me siento reconocido, enormente reconfortado y agradecido, me siento querido. Y aquí es donde me doy cuenta de nuevo la dificultad de sentir cuando no sientes, y me explico. No puedo sentirme querido por los demás cuando yo mismo no me quiero. Cuando me rechazo, me juzgo, me castigo, me aíslo, etc.
Y es que si hay algo extraño y paradójico en esta vida es esto, que no es lo que esperas, que una persona que por lo que cabría esperar(bajo mi juicio) no debiera acordarse de mí, va y me hace un regalo de semejante significación, va y me pasa el relevo. Dios!!! Que emocion. Y es que si algo tiene la vida es que no es como esperas, que mas vale fluir que controlar, que mas vale soltar que retener. Porque esperar que algo sea como te gustaría no es mas que ilusión, expectativa, esperanza … y cuando eso no se cumple, eso que esperas no llega, cataclak, piñazo, pupita, frustración, enfado, rabia, me quedo trabado, no avanzo. Y se disparan las neuras.
Pues toma controlador, ración de vida. Fuera de mi control estaba verme en una situacion similar y aquí estoy, con una estatuilla en mis manos y todo el mundo mirándome y aplaudiendo. Te lo agradezco en el alma Xavi, me has echo sentir importante para ti, y eso me emociona. Y siento un gran reconocimiento y amor hacia ti, eso y que hace muchos años que no nos vemos y que nuestra relación no ha sido unida ni mucho menos. Sólo mantengo un único recuerdo de infancia contigo, donde jugábamos en tu casa con tu hermano mayor, tu y yo de invitado.
Te agradezco mucho el gesto, me ha tocado, en lo más profundo, y en diversos aspectos. Y me emergen las ganas que tengo de amar y que me amen, de encontrar en la pareja desde lo profundo, en la vinculación más enraizada desde el amor al otro, el reconocimiento como ser, y la individualidad como persona que ha elegido compartirse conmigo. Y es que entre tanto amor, que a mi deseen lo mismo en su dia, no es para menos, me veo ahi y me muero, de miedo, de compromiso, de vida, de amor y encima suena boig per tu. Y es que el control es mental, es una herramienta de la mente que aunque muchas veces es necesaria, usada en exceso nos desconecta de nuestro ser, de nuestra emoción, de nuestra necesidad genuina. Y nos frena, nos aparta, nos paraliza muchas veces para precisamente eso, no sentir, no exponerse, no asomarse al vacío, no arriesgarse a que el otro nos llegue y pueda hacernos daño. ¿Y qué es el amor sin confiar?
Pues Xavi, aquí en público te dejo mis mas sinceros deseos de prosperidad, de amor, amor del bueno, del que no posee sino el que libera, amor del que recibe y no exige, del que da y no espera, del que pide y no manipula, del que muestra y demuestra, amor de ese que te hace aprender, crecer, prosperar. Te deseo esa complicidad que se siente al mirar a ésa persona amada y saber que te ve, que le llegas y ella te llega, sin palabras, desde la conexión, la vinculación que desea lo mejor para el otro porque eso es lo mejor para ti, para vosotros. Felicidades por esta unión y prosperidad a esta nueva familia que se ha creado.
por Miquel Gabriel | Jun 5, 2015 | Reflexiones
Aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos), nos aleja del vacio existencial. Nos aleja de la neurosis. Nos hace crecer y ser mejores personas para con nosotros mismos y con el mundo. Aprender, disfrutar y compartir en relación a mi conmigo mismo, sobre mis limitaciones, actitudes, comportamientos, mis darme cuenta, mi conciencia y mi inconsciencia, etc, todo ello de una forma comprometida y responsable conmigo mismo. Y la responsabilidad conmigo mismo no puede pasar por otro lugar distinto al de aceptar quien soy en cada momento.
Conocerme me permite aceptar que soy cálido y frío, que soy serio y también gracioso, que soy bueno y malo, que soy sincero y mentiroso, que quiero el bien para el prójimo y que también puedo dañarlo. Ese conocerme, ese ser consciente de quien soy pasa por observarme, pasa por adoptar y despertar una mirada interna de auto observación, por el estar pendiente de mi, de mi cuerpo, de mis emociones, de mis pensamientos, de mis darme cuenta. Si no conocemos estos y muchos otros lugares dentro de nosotros mismos, difícilmente vamos a poder aceptarnos por completo y si no nos aceptamos vamos a estar queriéndonos evitar, escondiéndonos constantemente, peleados con nosotros mismos, disociados, vamos a ir recluyendonos poco a poco en nuestra propia carcel interna y vamos a ir negándonos a nosotros mismos, perdiendo nuestro potencial, nuestra espontaneidad y entrando en una vida vacía.
Por eso aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos) nos aleja del vacio existencial, porque aprender de mi mismo me ayuda a crecer, a desarrollarme. Si disfruto de mi mismo me estoy queriendo y aceptando, y si me comparto estoy haciendo las dos cosas anteriores y conociendo mundo, lo cual realimenta otra vez el circulo y me permite crecer mas, disfrutar mas y compartir mas. Así difícilmente vamos a caer en un vacío.
Eso es en parte ser responsable con uno mismo, y también lo es tener una actitud honesta con uno mismo:
- Yo soy quien digo que soy, yo soy quien pienso que soy y yo soy quien siento que soy. Las tres alineadas, bien compenetradas y encajadas.
- Yo acepto las consecuencias de lo que digo, de lo que pienso y de lo que siento o de lo que omito sentir.
- Con esto respondo con habilidad a los retos de la vida, puedo tener creatividad para manejar mis recursos propios.
Entrégate a tu vida tal y como es, no limites tu existencia.