Palabras para uno mismo

Palabras para uno mismo

Qué tendrá la muerte que cuesta tanto de aceptar.

Qué tendrá el fin, o los finales, que por mil millones de razones que podamos tener, siempre existe alguna que nos encegamos en agarrar, en defender, para no aceptar el cambio, para no rendirse, para no dejarse llegar el ya no mas, de una situación, una relación, una persona, una actitud. Quedarse aferrado y no aceptar lo que es, es también no aceptar el camino, el cambio,  no aceptar el propio proceso de la vida, el viaje a seguir, es no permitir un nuevo nacimiento a algo distinto.

Todo lo que nace muere, sólo es cuestión de tiempo. La vida es un maravilloso regalo temporal, y cuando recibimos un regalo debemos ser agradecidos. Y puesto que todo regalo de vida viene con fecha de caducidad, cada momento es valioso.

imagesCualquier pérdida, sea cual sea el nivel, es un acto que uno mismo debe afronta en soledad y con mecanismos propios. Quién sabe, quizás el apego a lo conocido y a saber que ya no será igual nos hace aferrarnos. A saber que ineludiblemente se produciría un cambio y que hay que seguir, adelante, con el dolor, asumiendo la falta y el vacío que se genera. No ha podido ser, no se ha coincidido, y no te culpes, ni te exijas, ni dejes que te culpen ni te exijan ser lo que no eres porque las cosas son entre dos. Y el difícil tránsito por el dolor generado, va a quedarse sólo en eso, en dolor, si realmente te permites vivir plenamente tu experiencia, si te permites procesar el duelo y si te entregas por completo a él, al dolor, y lo transitas con dignidad, aceptando tu vulnerabilidad y tus sentimientos hasta que un día, ese dolor ya no esté. Parece difícil de creer que permitirse estar en eso, en la tristeza, el dolor, la angustia, o lo que a cada uno le acontezca, va a conducirte a estar mejor algún día pero así es. Si dejas que el dolor se enquiste, se convertirá en sufrimiento. No soltar, no comprender, no aceptar, es lo que te deja en la lucha para no sentir el dolor. Y es que lo que hay que ver es que por muy doloroso que pueda parecer, cualquier pérdida conlleva intrínsecamente una ganancia, por pequeña que sea. Y eso, con eso es con lo que hemos de seguir adelante en nuestro camino, en lo que nos llevamos de lo vivido y no lo que nos ha faltado.

Y ya que hablamos de amor, o aunque hablásemos de otra cosa, hablaremos también de la carencia. La carencia afectiva, el egocentrismo y la ansiedad.

El egocéntrico se transporta a lo infantil, y está siempre en la búsqueda de afectos, es siempre el niño carente. Siempre está a la búsqueda de la calidez del refugio en el amor ajeno. Más que amar propiamente dicho, es decir buscar el bien del otro en sí mismo, está a la búsqueda de la  protección que brinda el amor ajeno. En ese rédito de protección se busca la seguridad. Hay  una especie de necesidad de los réditos o frutos del amor para confirmar la propia personalidad. Esto de algún modo sucede con cualquier persona, cuando el amor es correspondido, la valoración de sí se expande (“me agrando”), en razón proporcional a la expansión del propio ser causada por el amor, y se alcanza una mayor confianza en sí mismo y seguridad. Sin embargo, el egocéntrico invierte el orden dejando de lado el orden natural del amor, que es: amar primero el bien del otro en sí mismo y después amar los bienes que de ese amor le siguen. En el caso del egocéntrico, de algún modo, primero pone los bienes del amor, de modo que el amor se contamina de interés, es decir de usar al otro para obtener un bien personal. En otras palabras, busca obtener el rédito del crecimiento de la confianza o del refugio, por medio de un crecimiento de la valoración de si mismo artificial, que se da sin un crecer y expandirse en el ser realmente, porque no hay un auténtico acto de autodonación. De aquí se entiende que ansíe sentirse amado, y lo único que busque es satisfacer ese sentimiento. Esto es evidentemente una especie de carencia. El amor es donación no carencia. Cuando uno busca a alguien que ama es para hacerle el bien a la persona que ama y haciéndole el bien a la persona que ama uno se hace el bien a sí mismo. Si se invierten los papeles y primero se busca sentirse querido, que es algo más periférico y consecuencia del amor verdadero, para después hacer el bien a la persona que se ama, no voy a decir que deja de haber amor, en alguna pequeña medida algo de amor permanece, pero ciertamente no se encuentra en el más puro de los estados, sino que está mezclado con egoísmo.

Consecuencia de esta carencia afectiva es también una actitud teatral, artificial, frente a la vida. La necesidad de afecto los empuja a aumentar o teatralizar las dificultades propias,  enfermedades, desengaños, etc. Hay una necesidad de atraer el afecto ajeno, no existiendo otro medio mejor, al menos por medio de la compasión. En casos más graves, el histérico puede hasta fingir la enfermedad. Esa actitud teatral los lleva a desear mostrarse delante de los otros como víctimas. Sin embargo, ese hecho se descubre en el modo y en la intensidad que exponen su situación. Siempre resaltando los aspectos negativos, disminuyendo por contraste los positivos. No piensan en lo que se puede aprovechar de la situación, sino que le imponen a la situación un todo o nada que la situación ciertamente no puede satisfacer, y que lógicamente conduce a la inacción. Resaltan habilísimamente de un modo velado e indirecto el papel de la fatalidad en todo lo que les sucede, son eternas víctimas de la vida, o de las circunstancias. Ese hecho de resaltar la fatalidad lógicamente los libera de responsabilidad frente a la situación propia, y como están libres de responsabilidad esto conduce necesariamente a un dejarse estar, dejarse llevar por las vicisitudes de la vida, sin jamás tomar el toros por las astas, porque finalmente no son culpables en nada de lo que les sucede.

Otra característica egocéntrica e infantil es la ansiedad respecto de las cosas. Actitud típicamente infantil es aquella de “lo quiero YA”. Es algo absolutamente comprobado la ausencia de paciencia en la sicología infantil. Nada más terrible que tener que estar en una sala de espera de un médico aguardando un par de horas acompañado por niños, o hacer un viaje en auto de largas horas escuchando:¿cuanto falta para llegar?. Ahora bien, decíamos anteriormente que el egocéntrico quisiera que el mundo fuese como un juego, es decir con reglas que fueran puestas por él mismo, y si las cosas no salen como él quiere, podría modificar según la propia voluntad el juego. Hay en esto un cierto irreal deseo de omnipotencia, que todo se someta a la propia voluntad. A causa de ese deseo de sometimiento de la realidad a su voluntad se vuelve incapaz de respetar los tiempos, en cierto modo naturales, que impone el obtener cualquier cosa. De hecho, vivir en el tiempo es una consecuencia de nuestra limitación humana y debemos aprender a respetarla con humildad. No querer respetar los tiempos de cualquier proceso de plenificación es clara señal de ansiedad y egocentrismo.

La cursiva es de la fuente original

Ropa-hombre-y-mujer-recortada-Trab-e1288396598857Digo yo que lo que habría que preguntarse es qué pasa que todo lo que sucede en mi vida va conmigo? Qué importante me creo yo que todo me pasa a mi? todo confabula en mi contra, todo me afecta, a lo personal, a mi persona, sólo me veo a mí, nadie me quiere como a mi me gustaría, no me comprenden, no están por mí. Todo eso no es mas que estar fuera de ti, buscar en un sitio equivocado el llenar algo que falta en ti, que no te dieron y que tú no te das. Es buscar la forma de cerrar un ciclo, cerrar un asunto pendiente, una Gestalt inconclusa. Esa es la insatisfacción profunda de estar sumido y enfocado en lo que falta, buscar fuera de mí lo que me falta, estar asomado a un abismo que te hace perder el equilibrio (porque el equilibrio sólo te lo puedes dar tu, el autoapoyo), y para no caer te aferras, a lo que sea, aunque sea un mísero pensamiento positivo entre cincuenta mil negativos, eso, ese abismo se llama carencia. Y es insaciable. Y hace que te aferres para bajar por él, al menos, despacio y no de golpe. Porque de golpe, el dolor es monumental, el vacío es inmenso. Y ese abismo es muerte, la aceptación de que la pérdida está, y tú estás con ella. Y lo que sucede es que eso no es cuestión actual, ese agujero negro que te absorbe cada vez mas no es de ahora, sino de antaño, del niño ese que vive en tu interior y que resultó herido. En la carencia se remueven cosas nucleares que con dificultad vas a poder entender y te van a dejar sin armas, porque las armas son solo tuyas, del adulto. Tu eres el único que puede bajar por ese abismo despacio y no es tarea de otro el ayudarte a hacerlo, porque cuanto mas otro necesites, mas carencia vas a vivir ya que el asunto del vacío existencial no es de ahora.frase-la-escasez-es-la-carencia-de-algo-y-de-esa-carencia-nace-el-deseo-pero-lo-mas-importante-no-es-dalmiro-saenz-182700

Entrégate, acepta, asume y vive la experiencia de no ser nada, de ser un mísero microbio en el universo, en el cual nadie te dijo que coño habias venido a hacer y tu, con tu empeño en encontrarlo, no paras de dar vueltas por esta vida sin que nada sea de tu agrado, con nada te conformas porque nada te llena la carencia, agujero sin fondo, agujero negro hyper espacial que debes atravesar para salir lanzado por el otro lado pero no al lugar donde tu esperas sino al lugar donde la vida te lleve, controlador. Eso sólo pasará al aceptar que no eres mas que un ser dirigido por algo mas grande que tu y que por mucha resistencia que pongas sólo vas a obtener mas dolor. Rendirte a ser dirigido y modelado por una consciencia que supera tu razonamiento, y hacerlo con humildad, vulnerabilidad, honestidad de ver, estar y permanecer en lo que sientes, sin escapar. Hasta traspasarlo. Y con compasión. Amándote, comprendiéndote, no juzgándote, tratándote bien podrás conseguir que el corazón no se te congele, no se vuelva duro sino que se ablande, podrás sostener y no entrar en la rabia, la ira o la envidia, o la avaricia ya que esto impide el avance y la felicidad.

Lao Tse nos invita a ir por la vía blanda, es más poderosa. El agua, yin, fluye, no tiene una forma definida, pero pulveriza las rocas. Los labios son los que protegen los dientes.

Y es que sentirse en la carencia no deja que puedas ser, porque si te permitieras ser lo que eres en un estado de carencia irías hacia la muerte, esa que la carencia te hace notar, que algo falta, te falta o no tienes, que no hay y que no se llena, ni se llenará porque la falta no es de ahora sino de niño. Y aunque en un estado de carencia no puedas ser tú, permanecer ahí sin querer cambiarlo hará que aceptes la muerte, dejarte morir en el abismo de tu propia falta de amor y renacer, revivir, remontar empoderado y lleno de amor, de respeto, dignidad, hacia uno mismo, y aceptación de lo que es, de lo que hay y de lo que hubo y quizás así, después de entregarte plenamente y de que mueras con tu carencia (y se que el vértigo que es brutal), podras volver a nacer y a vivir una vida con un camino por delante sin cargas
y sin buscar fuera de ti la responsabilidad de tus sentimientos
.

12108709_1660366690843805_6297979759692135928_n

M

Yo robot, yo y mi ego

Yo robot, yo y mi ego

Nunca te ha pasado que ya sabes cómo va a reaccionar determinada persona cuando le digas algo? Sabes de antemano que se lo va a tomar de una determinada manera, o que lo va a ver a su forma. Puede parecer que algunas personas son como robots, están entrenadas y han aprendido a actuar, sentir, reaccionar, premiar, hablar, castigar, demostrar, pedir y todo un sinfín de actitudes que siempre llevan a cabo de la misma forma. Y siempre actuar de esa misma manera les da seguridad, les reafirman y les da la falsa seguridad de ser quienes son, están identificadas con su ego. Y en muchos casos, mas allá de darles seguridad, es una forma de defensa ante el descontrol y el miedo que supondría para ellos mismos actuar de una forma mas abierta y honesta consigo mismos.

yo

Como ya bien definió el casi por todos conocido F. Perls, en el transcurso de nuestra vida, el “yo” que todos somos, adopta una función de identificación que nos dice lo que soy, lo que yo soy. Nos identificamos con nuestro yo, con todo lo que hemos ido aprendiendo en el transcurso de nuestra vida ya sea a través de la educación, de nuestras experiencias y de nuestra vida pasada, por lo que nos han dicho que somos, o por lo que hemos ido aprendiendo de nuestros padres (ya sea por identificarnos con ellos por que los consideramos bueno o por el contrario identificarnos por rebeldía con lo contrario). Por tanto si mi yo dice que soy fuerte, yo tengo que ser fuerte, o si soy listo, tengo que ser listo, o guapo, o feo, o tonto, o lo que sea, pero tengo que serlo siempre. Y lo que implica esta identificación con lo que creo que soy, es que se deja fuera lo que no soy. De esta manera nos creemos que si somos fuertes, no somos débiles, si somos guapos no somos feos, si somos listos no somos tontos, y así podemos ir añadiendo todo con lo cual estamos identificados en nuestra función de identificación como seres, y nos vamos convirtiendo en seres parciales.

Y puede ser que para algunos, o en algunos momentos, esta identificación pueda resultarnos dolorosa, difícil de sostener y mantener en el tiempo y no entendamos qué nos está pasando, que nos sentimos mal, nos duelen nuestras relaciones, etc. Si esta identificación parcial con lo que somos no la hacemos consciente va a intentar instaurarse como una totalidad en nosotros, va a absorbernos y vamos a ir por la vida creyendo que somos de una manera que sólo es una parte sesgada de lo que en realidad somos, ya que esta identificación es solo un recorte psíquico de nuestro ser. Por el contrario asumir que a veces, según con qué, en ocasiones puedo ser tonto, o bueno, o avaro, y en otras puedo ser listo, malo o generoso, nos resultaría más fácil, y sería mas real.

El problema viene cuando esto no nos lo podemos permitir, ya que seguramente estamos más pendientes de lo que tenemos que ser que en realidad de lo que somos, de cómo tenemos que actuar que en realidad de cómo nos surge actuar según lo que sentimos en cada momento. Estar identificado es estar alienado, es estar actuando según unas normas y expectativas que nos transforman en un estereotipo, en un patrón fijo, nos encasillan en una forma de ser, de actuar, de reaccionar, nos etiquetan y nos dejan situados allí de por vida a no ser que pongamos conciencia y nos abramos a sentir y asumir que no somos solo lo que creemos que somos, que no vamos a dejar de ser nosotros por no reaccionar de la manera aprendida, la que creemos que somos.

El tengo que, no es mas que obligación. El tengo que, mas allá de las obligaciones sociales como el trabajo (y otras cosas), nos quita libertad, responsabilidad y nos anula. Nos deja en la lucha por algo que tenemos que ser, o hacer, por la falsa seguridad que nos otorga el saber que seguir siendo así va a hacer que nada cambie y nos sigan aceptando y queriendo, sigamos siendo quienes somos. Y la cosa es que somos más que eso, y que seguiremos siendo en esencia quienes somos aunque salgamos de esa lucha. Es mas responsable decir “elijo” esto, elijo en este momento ser así siendo consciente de lo que conlleva ser así o asá y sostener el miedo a la reacción del entorno.

La dificultad y la resistencia puede venir también cuando al descubrir esto en nosotros nos proponemos un cambio, nos proponemos abrirnos y mostrarnos, dar espacio a otras formas de ser que si bien han estado con nosotros siempre, nunca hemos adoptado. Y ahí es donde nos chirría, donde nos duele, donde nos asaltan lo miedos, a lo desconocido, al dolor, porque esa identificación ha sido una forma aprendida para defendernos. Defendernos ante la falta de amor, defendernos del riesgo al rechazo, al abandono, a no ser importantes, a no ser especiales, los mejores, etc. Y permitirse eso, abrirse a lo nuevo, a ser como uno es realmente, es aceptar que la relación con nuestro entorno puede cambiar, y de echo cambiará, nuestras relaciones sociales van a ser distintas. Cuando ya todos nos conocen de una determinada manera, mostrarse de otra, mas autentica, puede conectarnos con ese miedo a que no gustemos al otro de la manera que somos, a que nos rechacen, a que perdamos amistades o relaciones …

Y ése es un miedo real, y que ineludiblemente va intrínseco a la vida, la perdida. Y como toda perdida conlleva una ganancia, sea lo que sea lo que perdamos vamos a ganarnos a nosotros, con mas amor hacia uno mismo y más dispuestos hacia la vida, a la cual nos debemos disponer abiertos a recibir lo que nos trae, y a dar lo que somos, a dar fruto, a darnos a la vida con lo bueno y con lo malo de nosotros mismos y al mismo tiempo abiertos a recibir del mismo modo lo bueno y lo malo que la vida nos pueda traer. Si se produce una pérdida por ser quien somos, por mostrar un aspecto nuestro que hasta ahora ha estado escondido y al cual el entorno tiene todo el derecho a que no le guste, estoy seguro que valdrá mas la pena quererse, respetarse y ser auténtico con uno mismo que no continuar alienados de nuestra esencia con la única finalidad de que nos quieran, o que no nos dañen.

Responsabilidad para ser libres

Responsabilidad para ser libres

Aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos), nos aleja del vacio existencial. Nos aleja de la neurosis. Nos hace crecer y ser mejores personas para con nosotros mismos y con el mundo. Aprender, disfrutar y compartir en relación a mi conmigo mismo, sobre mis limitaciones, actitudes, comportamientos, mis darme cuenta, mi conciencia y mi inconsciencia, etc, todo ello de una forma comprometida y responsable conmigo mismo. Y la responsabilidad conmigo mismo no puede pasar por otro lugar distinto al de aceptar quien soy  en cada momento.

Conocerme me permite aceptar que soy cálido y frío, que soy serio y también gracioso, que soy bueno y malo, que soy sincero y mentiroso, que quiero el bien para el prójimo y que también puedo dañarlo. Ese conocerme, ese ser consciente de quien soy pasa por observarme, pasa por adoptar y despertar una mirada interna de auto observación, por el estar pendiente de mi, de mi cuerpo, de mis emociones, de mis pensamientos, de mis darme cuenta. Si no conocemos estos y muchos otros lugares dentro de nosotros mismos, difícilmente vamos a poder aceptarnos por completo y si no nos aceptamos vamos a estar queriéndonos evitar, escondiéndonos constantemente, peleados con nosotros mismos, disociados, vamos a ir recluyendonos poco a poco en nuestra propia carcel interna y vamos a ir negándonos a nosotros mismos, perdiendo nuestro potencial, nuestra espontaneidad y entrando en una vida vacía.

Por eso aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos) nos aleja del vacio existencial, porque aprender de mi mismo me ayuda a crecer, a desarrollarme.    Si disfruto de mi mismo me estoy queriendo y aceptando, y si me comparto estoy haciendo las dos cosas anteriores y conociendo mundo, lo cual realimenta otra vez el circulo y me permite crecer mas, disfrutar mas y compartir mas. Así difícilmente vamos a caer en un vacío.

Eso es en parte ser responsable con uno mismo, y también lo es tener una actitud honesta con uno mismo:

  • Yo soy quien digo que soy, yo soy quien pienso que soy y yo soy quien siento que soy. Las tres alineadas, bien compenetradas y encajadas.
  • Yo acepto las consecuencias de lo que digo, de lo que pienso y de lo que siento o de lo que omito sentir.
  • Con esto respondo con habilidad a los retos de la vida, puedo tener creatividad para manejar mis recursos propios.

Entrégate a tu vida tal y como es, no limites tu existencia.

IMG_0749-1.JPG