Madre

Madre

No me digas
que estás llena de arrugas, que estás llena de sueño,
que se te han caído los dientes,
que ya no puedes con tus pobres remos hinchados,
deformados por el veneno del reuma.

No importa, madre, no importa.
Tú eres siempre joven,
eres una niña,
tienes once años.
Oh, sí, tú eres para mí eso: una candorosa niña.

Y verás que es verdad si te sumerges en esas lentas aguas,
en esas aguas poderosas,
que te han traído a esta ribera desolada.
Sumérgete, nada a contracorriente, cierra los ojos,
y cuando llegues, espera allí a tu hijo.
Porque yo también voy a sumergirme en mi niñez antigua,
pero las aguas que tengo que remontar hasta casi la fuente,
son mucho más poderosas, son aguas turbias, como teñidas de
sangre.
Óyelas, desde tu sueño, cómo rugen,
cómo quieren llevarse al pobre nadador.
¡Pobre del nadador que somorguja y bucea en ese mar salobre de la
memoria!
…Ya ves: ya hemos llegado.
¿No es una maravilla que los dos hayamos arribado a esta prodigiosa
ribera de nuestra infancia?
Si, así es como a veces fondean un mismo día en el puerto de
Singapur dos naves,
y la una viene de Nueva Zelanda, la otra de Brest.
Así hemos llegado los dos, ahora, juntos.
Y ésta es la única realidad, la única maravillosa realidad:
que tú eres una niña y que yo soy un niño.

¿Lo ves, madre?
No se te olvide nunca que todo lo demás es mentira, que esto solo es
verdad, la única verdad.
Verdad, tu trenza muy apretada, como la de esas niñas acabaditas de
peinar ahora,
tu trenza, en la que se marcan tan bien los brillantes lóbulos del
trenzado,
tu trenza, en cuyo extremo pende, inverosímil, un pequeño lacito rojo;
verdad, tus medias azules, anilladas de blanco, y las puntillas de los
pantalones que te asoman por debajo de la falda;
verdad, tu carita alegre, un poco enrojecida, y la tristeza de tus ojos.
(Ah, ¿por qué está siempre la tristeza en el fondo de la alegría?)
¿Y adónde vas ahora? ¿Vas camino del colegio?

Ah, niña mía, madre,
yo, niño también, un poco mayor, iré a tu lado,
te serviré de guía,
te defenderé galantemente de todas las brutalidades de mis
compañeros,
te buscaré flores,
me subiré a las tapias para cogerte las moras más negras, las más
llenas de jugo,
te buscaré grillos reales, de esos cuyo cri-crí es como un choque de
campanitas de plata.
¡Qué felices los dos, a orillas del río, ahora que va a ser el verano!

A nuestro paso van saltando las ranas verdes,
van saltando, van saltando al agua las ranas verdes:
es como un hilo continuo de ranas verdes,
que fuera repulgando la orilla, hilvanando la orilla con el río.
¡Oh qué felices los dos juntos, solos en esta mañana!
Ves: todavía hay rocío de la noche; llevamos los zapatos
llenos de deslumbrantes gotitas.

¿O es que prefieres que yo sea tu hermanito menor?
Sí, lo prefieres.
Seré tu hermanito menor, niña mía, hermana mía, madre mía.
¡Es tan fácil!
Nos pararemos un momento en medio del camino,
para que tú me subas los pantalones,
y para que me suenes las narices, que me hace mucha falta
(porque estoy llorando; sí, porque ahora estoy llorando).

No. No debo llorar, porque estamos en un bosque.
Tú ya conoces las delicias del bosque (las conoces por los cuentos,
porque tú nunca has debido estar en un bosque,
o por lo menos no has estado nunca en esta deliciosa soledad,
con tu hermanito).
Mira, esa llama rubia que velocísimamente repiquetea las ramas
de los pinos,
esa llama que como un rayo se deja caer al suelo, y que ahora
de un bote salta a mi hombro,
no es fuego, no es llama, es una ardilla.
¡No toques, no toques ese joyel, no toques esos diamantes!
¡Qué luces de fuego dan, del verde más puro, del tristísimo y virginal
amarillo, del blanco creador, del más hiriente blanco!
¡No, no lo toques!: es una tela de araña, cuajada de gotas de rocío.
Y esa sensación que ahora tienes de una ausencia invisible, como una
bella tristeza, ese acompasado y ligerísimo rumor de pies lejanos,
ese vacío, ese presentimiento súbito del bosque,
es la fuga de los corzos. ¿No has visto nunca corzas en huida?
¡Las maravillas del bosque! Ah, son innumerables; nunca te las podría
enseñar todas, tendríamos para toda una vida…

…para toda una vida. He mirado, de pronto, y he visto tu bello rostro
lleno de arrugas,
el torpor de tus queridas manos deformadas,
y tus cansados ojos llenos de lágrimas que tiemblan.
Madre mía, no llores: víveme siempre en sueño.
Vive, víveme siempre ausente de tus años, del sucio mundo hostil,
de mi egoísmo de hombre, de mis palabras duras.
Duerme ligeramente en ese bosque prodigioso de tu inocencia,
en ese bosque que crearon al par tu inocencia y mi llanto.
Oye, oye allí siempre cómo te silba las tonadas nuevas tu hijo, tu hermanito, para arrullarte el sueño.

No tengas miedo, madre. Mira, un día ese tu sueño cándido se te hará
de repente más profundo y más nítido.
Siempre en el bosque de la primer mañana, siempre en el bosque
nuestro.
Pero ahora ya serán las ardillas, lindas, veloces llamas, llamitas de
verdad;
y las telas de araña, celestes pedrerías;
y la huida de corzas, la fuga secular de las estrellas a la busca de Dios.
Y yo te seguiré arrullando el sueño oscuro, te seguiré cantando.
Tú oirás la oculta música, la música que rige el universo.
Y allá en tu sueño, madre, tú creerás que es tu hijo quien la envía.
Tal vez sea verdad: que un corazón es lo que mueve el mundo.
Madre, no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en el bosque el más
profundo sueño.
Espérame en tu sueño. Espera allí a tu hijo, madre mía.

La madre, Damaso Alonso

Madre, deseo, mujer y apego

Madre, deseo, mujer y apego

En el hombre, hay mucho apego a la figura materna. Esa relación con la madre, puede que sea muy nutritiva, a no ser que esa relación haya sido invasiva por por parte de la madre en la infancia del varón.

La madre debe representar la aceptación, la contención y la protección al niño.

Una vez que el hombre ha conseguido liberarse de la madre, de la relación de dependencia o apego con la madre, hay una tendencia en ver a la mujer como un objeto sexual, sin interesarle mucho mas todo lo que pude ofrecer una mujer.

Es como parte del proceso madurativo normal. Aunque en lo neurótico se producen estancamientos. Como Don Juan, que se atascó con Elena.

Cuando se logra sobrepasar esto, el hombre empieza a ver a ver a la mujer como fuente de crecimiento, como persona, empieza una relación nutritiva más de tú a tú.

Se puede vivir siempre con la intención de satisfacer a la madre, y no se satisface nunca. Ese sentimiento nunca se puede resarcir intentando complacer, y menos habiendo tenido una madre victimista que hace aparecer sentimientos de que haces sufrir a tu madre.

Al vivir con una madre víctima, el hijo aprende a vivir pendiente de satisfacer, vive sintiéndose culpable y luego va por la vida intentado satisfacer a la mujeres. Además, luego aparece una fuerte rebeldía contra la mujer, ya que es su fuente de culpabilidad, sufrimiento e invasión. Y a eso, además, puede añadírsele la aparición de la falta de deseo, que no es mas que una agresión contra la mujer.

Vendría a ser algo así como la creencia interna de que la mujer espera cosas de mi, y que si no las cumplo algo malo va a pasar. De esta manera y para evitar conflictos con ella se sigue esta dinámica de complacer-castigar. Aunque así, evitando confrontar los conflictos, éstos aparecen luego de forma indirecta.

Ése es el proceso de maduración del hombre en relación a la mujer, los estadios para la maduración personal del hombre en relación con lo femenino, con la mujer y con la relación con ese aspecto tan necesario para la vida, la propia ánima (mujer o aspecto femenino interno) dentro del hombre.

El arquetipo del ánima en el hombre, como propuso Jung, representa lo eterno femenino en el inconsciente de un hombre. La importancia del ánima es fundamental puesto que para un hombre abre potencialmente una vía hacia el si mismo, hacia su proceso de evolución e individuación. Jung destacó cuatro estadios en el desarrollo del ánima ligado al proceso de individuación:

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Eva, donde el ánima se confunde con la madre personal

 

 

 

286px-Helen_of_Troy Helena de troya, donde el ánima se confunde con la mujer como ideal sexual y erótico

 

 

 

 

 
gallery6-20María, donde se establece el vínculo de lo femenino con lo religioso en una especie de maternidad espiritual y la visión adulta de para establecer relaciones duraderas.

 

 

 

 

 

tumblr_nqhzc7YONV1rct3byo1_1280Sofía, llamada en la biblia sabiduría. El ánima es ya decididamente el guía interno que se convierte en el intermediario entre la consciencia y el inconsciente.