por Miquel Gabriel | Dic 22, 2015 | Gestalt, Personal, Reflexiones
Y ya llegó. Sí, el invierno.
Ya se han caído todas las hojas, sólo queda el tronco. Toda la parafernalia que adorna al verano, la energía, las ganas de estar al aire libre, el contacto y el compartir con la gente, la luz hasta prácticamente entrada la noche, el calor, se acabo. La naturaleza va muriendo poco a poco, la oscuridad apremia, el frío nos envuelve y todo se retrae. El oso hiberna, así como los roedores, las hormigas y mucho otros insectos y animales de sangre caliente entran en un estado de letargo, inmersos en sus cuevas o madrigueras. Y como animales que somos, creo que deberíamos permitirnos el hecho de no ir contra natura.
Ayer entro el solsticio de invierno (21 de Diciembre) en el hemisferio norte, y con él, la llegada oficial del invierno y el día mas oscuro del año. Y es una fecha celebrada por muchas culturas, y que tiene una gran connotación simbólica y una fuerte conexión con lo mitológico y lo psicológico. Entramos en un periodo de oscuridad, de introspección y recogimiento, que permite la renovación y el posterior ascenso de la luz, siendo un ciclo normal de la naturaleza, y del cual antiguamente, el hombre sentía la necesidad de participar. Participar es dejarse entrar y caer en eso, en la oscuridad, en la introspección, en la muerte, morir para que pueda cumplir su propósito el ciclo natural de la vida. Y es que la vida, no sería vida si no hubiese muerte. Y el resurgir no seria resurgir si no resurgieramos de la muerte, por muy pequeña que sea, pero muerte.
Ésta es la que nos sobreviene ahora, la muerte simbólica, o no tan simbólica, de una etapa, que a demás coincide con la muerte o el final de un año, donde si siguiéramos al arquetipo toca la retirada, o como bien dice la gestalt en su ciclo de contacto-retirada, toca el retiro para profundizar con uno mismo, la introspección y asimilación de lo vivido, nutrirse de todo lo experienciado y poder asimilarlo de una forma sana, integrando las vivencias y poder acercarnos un poco mas a nuestra alma, y así soltar el contacto y llegar al reposo. ¿Qué hemos vivido? ¿Cómo lo hemos vivido? ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué es lo que ya no nos sirve? Y soltarlo. Quedarse con lo nutritivo y aceptar que se terminó. Y que esta etapa con todo lo que consigo ha traido, ha llegado a su fin.
Es momento de dejar partir situaciones, vivéncias, estados de ánimo, apegos, trabajos, ideas, luchas, esperas, relaciones … y aceptar sanamente ese fin, aceptar el dolor que existe en cada pequeña cosa que muere, porque no aceptar el fin de esas pequeñas cosas es lo que nos genera el sufrimiento, el dolor que sentimos al no avanzar. Porque al final la vida, el camino, es eso, avanzar, y si no avanzamos enfermamos. Y por miedo al dolor de la muerte de una situación, de un estado personal, de una relación, por no asumir ese riesgo, nos perdemos las potencialidades que se generan para nuestra vida y nuestro avance, quedándonos encallados en asuntos inconclusos.
Podemos imaginar que en el solsticio invernal nosotros también hacemos el viaje del Sol, descrito por tantos mitos, hacia el inframundo, donde muere ante las fuerzas de la oscuridad y entierra sus huesos en la tierra para luego surgir otra vez y continuar su ascenso hacia el cenit veraniego. En este proceso hay una alquimia primigenia, cuya observación nos conecta con el instinto de los animales de reservar sus energías en invierno.
El solsticio invernal es también la llegada del signo terrestre de Capricornio, que significa la paciencia, el trabajo y la preparación de la tierra para que retome las cualidades primeras que le permitirán más tarde florecer. Capricornio está regido por Saturno; es seco y frío y dominado por el humor melancólico. Es un signo y un tiempo asociados a la enfermedad y a la depresión. Pero más allá del rechazo inicial tan propio del cristianismo, donde la muerte y la depresión no tienen valor en sí mismas, este temperamento melancólico es históricamente el signo del alquimista, del laborioso y estudioso hombre que logra penetrar la profundidad del misterio. Escribe James Hillman, el psicólogo estadounidense que tomó la estafeta de Jung e hizo que su obra descendiera a lo que John Keats llamó “el valle de Forjar Almas”:
Y, sin embargo, a través de la depresión nos adentramos en lo profundo y en lo profundo encontramos alma. La depresión es esencial al sentido trágico de la vida. Humedece el alma seca, y seca el alma húmeda. Trae refugio, límite, foco, gravedad, peso y humilde impotencia. Recuerda a la muerte. La verdadera revolución empieza en el individuo que puede mantenerse fiel a su depresión. Ni extraerse a uno mismo fuera de ella, atrapado en ciclos de aliento y desesperanza, ni sufriéndola hasta que cambie, ni tampoco teologizándola–sino descubriendo la conciencia y la profundidad que quiere. Así inicia la revolución de parte del alma.
Al terminar el año suele aparecer un estado de recogimiento e incluso una depresión natural, y la entrada del planeta de la melancolía y las dificultades que deben sufrirse para crecer. Y no por ello estoy diciendo que nos apartemos de la vida o que entremos en un sendero sin vuelta atrás, sino que la conjunción de los opuestos es lo que aporta salud y bienestar, así no es de extrañar que la propia muerte aporte vida. En ese descenso a lo oscuro de uno mismo es donde florecerá la semilla de la vida, florecerá hacia el esplendor del verano germinando en un inmenso espacio vital, vacío y dispuesto a llenarse de vida de nuevo, de la alegría que aporta la luz, ya que la vida y la luz son místicamente sinónimos.
Y aquí viene nuestra cultura con la Navidad, y quizás por esto nos adornan con infinidad de luces las calles y los árboles, porque estamos en época de oscuridad y recogimiento y a nuestra cultura y sociedad consumista le interesa que salgamos a la calle, que compremos, que estemos felices, en definitiva que no estemos en contacto con lo que de fondo se nos está moviendo. Y digo yo, que tal si nos permitimos estar como estamos, mostrarnos tal cual como nos sentimos y dejamos de actuar como supuestamente la sociedad nos indica o como creemos que la gente va a valorar más. Que tal si nos permitimos este estado de hibernación e introspección, que tal si nos permitimos estar y mostrarnos tristes, estar con nosotros mismos, cuidándonos y dándonos el cariño y atención que necesitamos. Que tal si nos permitimos vivir nuestra vida a nuestra manera, tal y como la sentimos en cada momento? Que tal si nos permitimos la tristeza en lugar de la falsa alegría que promueve la Navidad y que no hace más que esconder una falsa felicidad y una superficialidad exagerada?
Qué tal si en estas fiestas, te permites expresar lo nunca dicho. Qué tal si te das permiso para ser como eres y actuar en consecuencia. Qué tal si en estas fiestas, te recoges con tus seres queridos y permites que te vean tal cual eres, porque así, aunque te cueste, serás mas tú, sentirás más confianza en tí y en los demás, y te sentirás más libre, ya que no deberás ocuparte de esconder nada.
La mayor parte del texto proviene de la fuente original: http://pijamasurf.com/2015/12/solsticio-de-invierno-2015-una-reflexion-sobre-la-muerte-del-sol-y-el-renacimiento-del-espiritu/
por Miquel Gabriel | Jun 30, 2015 | Personal, Reflexiones
A veces, tengo la extraña sensación de que estoy «peormente» mejor, sí, estoy «peormente» mejor. Es que a veces siento que estoy jodido, que no avanzo, que he embarrancado la proa y necesito encender el motor para forzar el avance. Como que el fluir, a veces, parece ir despacio para conmigo mismo, el fluir interno hacia mi descubrimiento y recursos personales, hacia mi vida, parece que se atasca. Y es que conforme uno va avanzando en su proceso y se empieza a ver el culo, cuando empiezas a ver que no todo es bonito, cuando empiezas a descubrir tu lado oscuro, es cuando estás «peormente» mejor. Es incómodo hacerse cargo, muchas veces, del pastel que uno tiene. Y más cuando creía que no tenia nada, y de repente, toma, pastel de 3 pisos. De esos gruesos y rellenos, de los que cunden, de los dejan lleno. Cuando las personas van asimilando sus cosas y dejan de echar balones fuera, cuando empiezan a responsabilizarse de sí mismas, es cuando empiezan a estar «peormente» mejor, y más durante el proceso terapéutico.
Y… Qué es una persona?
Sin entrar en muchas explicaciones y sintetizando, ya que lo mío no son las letras, persona viene de per-sonare. Para sonar más fuerte. Y es la máscara que se pone el actor, el griego, para sonar, para amplificar su voz y que todo el mundo le oiga. Progresivamente, en la comedia griega, se dejó de llamar per-sonare a la máscara y se le empezó a llamar así al papel que el actor representaba, al personaje. Más tarde, pasó a llamarse persona al ser humano, desde el punto de vista del personaje que todo ser humano es. El personaje que somos.
Os acordáis del personaje que encarna Jim Carrey en El show de thruman, con ese interesante argumento que llama la atención, ya que parece que eso que le ocurre al protagonista sólo le ocurre al protagonista. Y yo me pregunto, ¿no seré yo Thruman? No estaré en medio de una obra de teatro? Dentro de esta obra, ¿no me ha tocado el papel de mi vida? ¿No me ha tocado un reparto de actores, mis padres, mis amigos, hermanos, etc? ¿No me han sido dadas las cosas que me toca hacer?¿No he aprendido a cómo actuar mi vida? Y quizás llevo ya en esta obra 40 años, 30, 20, 50, los que sean, y cuando salgo de este teatro y me relaciono, ya no me relaciono desde lo que soy, sino desde ése personaje que se me ha pegado y que sigo creyendo que soy, ése o ésa que hace y deshace, que representa ese papel. Ese personaje que ha aprendido a representar con éxito su propia obra de teatro.
Puedo ir de Don Quijote, o de Sancho Panza, o del que me haya gustado y haya elegido yo para mí, y al ir por la calle y encontramos, en lugar de encontrarnos desde nuestra esencia y relacionarnos desde lo que somos, nos relacionamos desde el Don Quijote, porque es imposible que yo deje de hacer de Don Quijote y tu de Sancho Panza.
Como Paco Moran en la extraña pareja, junto a Joan Pera. Tantos años haciendo la misma obra de teatro, creo que al rededor de 20, 25 años!!. o 50, en escena, actuando, representando, un montón de años en los que te reconocen por el personaje que eres. Y claro llega un momento en el que ya, evidentemente, ineludiblemente, eres ese. Y aquí es importante recordar que esto es lo que nos creemos que somos. Y que esto es plástico, esto se puede cambiar, es sólo un intermediario, es mi ego, mi persona, mi máscara, y se puede cambiar. Es el intermediario entre la esencia y el mundo, y es un intermediario que está muy arraigado. Todo lo que yo muevo dentro de mi, se amplifica y se mueve en mi personaje de una cierta manera, como si fuéramos una especie de transformer.
Es que cuando uno va descubriendo el pastel, cuando va estando «peormente» mejor y se va dando cuenta de cosas, ha de ser capaz de mirarlo en distancia, sin opinar, sin juzgar. El proceso terapéutico es para eso, para ir ampliando la conciencia, el darse cuenta. Porque sólo siendo conscientes, sabiendo quien somos, qué hacemos, cómo actuamos, podremos elegir. Podremos cambiar. Sería una actitud como el investigador que investiga hormigas, que no opina. Sólo descubre cosas que anota en su cuaderno y constata lo que es. Cuando ve que las hormigas devoran al gusanito no empieza: vaya hijas de puta las hormigas, se comen sin piedad al gusano, y la pobre araña ahí al lado…. las hormigas … vaya hijas de puta. No hace eso no, dice: Son las 9 de la mañana, las hormigas rodean al gusano a modo de emboscada, empiezan a comer por la cabeza, lo descuartizan y se lo llevan para adentro. Observando solamente cómo se dan las cosas, sin opinar.
Pero vamos, que cuando uno se coloca en investigador de su propio carácter, de su manera de ser, cuando descubre su pastelazo, generalmente dice: oooh que horror, soy una mierda. Es que siempre lo has sido!!! Cuando lo descubre debe decir oooh, de puta madre, esto es lo que me voy a currar, esto es lo que quiero transformar y lo que voy a llevar a terapia. Conforme vas poniéndote en modo investigador de ti mismo, vas viendo tu personaje, sus impulsos, los hábitos, las rutinas, el funcionamiento por defecto. En el momento que me entero, que me doy cuenta, ya dejo de ser eso, puedo salir de ahí. En cambio, si me quedo identificado no puedo operar, no puedo trabajar si sigo pegado al asunto. Y ahí es donde el barco embarranca, donde la cosa no fluye, donde repito patrones.
Es una posible actitud a tener, conforme vamos viéndonos: que bien: soy un puto manipulador, soy una sufridora del copón. Cojonudo. Que bien tengo un nuevo dato. No soy yo, es eso, eso es así. Porque todos vamos a dejar al personaje cuando muramos, no hace falta detenerse a darle brillo a la moto, porque te vas a quedar sin ella. Sólo lo justo para que funcione bien y te lleve a los sitios a donde quieres ir, y en condiciones. Todo esto sirve para colocarse en un lugar de trabajo, en un lugar donde no representar ni quedarse anclado en esa persona que eres, en ese personaje para con la vida que te ha tocado y que has elegido vivir, para avanzar, para no repetir.
Gracias Ramón Ballester y tu conocimiento sobre el carácter y la personalidad.
por Miquel Gabriel | Jun 5, 2015 | Reflexiones
Aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos), nos aleja del vacio existencial. Nos aleja de la neurosis. Nos hace crecer y ser mejores personas para con nosotros mismos y con el mundo. Aprender, disfrutar y compartir en relación a mi conmigo mismo, sobre mis limitaciones, actitudes, comportamientos, mis darme cuenta, mi conciencia y mi inconsciencia, etc, todo ello de una forma comprometida y responsable conmigo mismo. Y la responsabilidad conmigo mismo no puede pasar por otro lugar distinto al de aceptar quien soy en cada momento.
Conocerme me permite aceptar que soy cálido y frío, que soy serio y también gracioso, que soy bueno y malo, que soy sincero y mentiroso, que quiero el bien para el prójimo y que también puedo dañarlo. Ese conocerme, ese ser consciente de quien soy pasa por observarme, pasa por adoptar y despertar una mirada interna de auto observación, por el estar pendiente de mi, de mi cuerpo, de mis emociones, de mis pensamientos, de mis darme cuenta. Si no conocemos estos y muchos otros lugares dentro de nosotros mismos, difícilmente vamos a poder aceptarnos por completo y si no nos aceptamos vamos a estar queriéndonos evitar, escondiéndonos constantemente, peleados con nosotros mismos, disociados, vamos a ir recluyendonos poco a poco en nuestra propia carcel interna y vamos a ir negándonos a nosotros mismos, perdiendo nuestro potencial, nuestra espontaneidad y entrando en una vida vacía.
Por eso aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos) nos aleja del vacio existencial, porque aprender de mi mismo me ayuda a crecer, a desarrollarme. Si disfruto de mi mismo me estoy queriendo y aceptando, y si me comparto estoy haciendo las dos cosas anteriores y conociendo mundo, lo cual realimenta otra vez el circulo y me permite crecer mas, disfrutar mas y compartir mas. Así difícilmente vamos a caer en un vacío.
Eso es en parte ser responsable con uno mismo, y también lo es tener una actitud honesta con uno mismo:
- Yo soy quien digo que soy, yo soy quien pienso que soy y yo soy quien siento que soy. Las tres alineadas, bien compenetradas y encajadas.
- Yo acepto las consecuencias de lo que digo, de lo que pienso y de lo que siento o de lo que omito sentir.
- Con esto respondo con habilidad a los retos de la vida, puedo tener creatividad para manejar mis recursos propios.
Entrégate a tu vida tal y como es, no limites tu existencia.