Invierno
Y ya llegó. Sí, el invierno.
Ya se han caído todas las hojas, sólo queda el tronco. Toda la parafernalia que adorna al verano, la energía, las ganas de estar al aire libre, el contacto y el compartir con la gente, la luz hasta prácticamente entrada la noche, el calor, se acabo. La naturaleza va muriendo poco a poco, la oscuridad apremia, el frío nos envuelve y todo se retrae. El oso hiberna, así como los roedores, las hormigas y mucho otros insectos y animales de sangre caliente entran en un estado de letargo, inmersos en sus cuevas o madrigueras. Y como animales que somos, creo que deberíamos permitirnos el hecho de no ir contra natura.
Ayer entro el solsticio de invierno (21 de Diciembre) en el hemisferio norte, y con él, la llegada oficial del invierno y el día mas oscuro del año. Y es una fecha celebrada por muchas culturas, y que tiene una gran connotación simbólica y una fuerte conexión con lo mitológico y lo psicológico. Entramos en un periodo de oscuridad, de introspección y recogimiento, que permite la renovación y el posterior ascenso de la luz, siendo un ciclo normal de la naturaleza, y del cual antiguamente, el hombre sentía la necesidad de participar. Participar es dejarse entrar y caer en eso, en la oscuridad, en la introspección, en la muerte, morir para que pueda cumplir su propósito el ciclo natural de la vida. Y es que la vida, no sería vida si no hubiese muerte. Y el resurgir no seria resurgir si no resurgieramos de la muerte, por muy pequeña que sea, pero muerte.
Ésta es la que nos sobreviene ahora, la muerte simbólica, o no tan simbólica, de una etapa, que a demás coincide con la muerte o el final de un año, donde si siguiéramos al arquetipo toca la retirada, o como bien dice la gestalt en su ciclo de contacto-retirada, toca el retiro para profundizar con uno mismo, la introspección y asimilación de lo vivido, nutrirse de todo lo experienciado y poder asimilarlo de una forma sana, integrando las vivencias y poder acercarnos un poco mas a nuestra alma, y así soltar el contacto y llegar al reposo. ¿Qué hemos vivido? ¿Cómo lo hemos vivido? ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué es lo que ya no nos sirve? Y soltarlo. Quedarse con lo nutritivo y aceptar que se terminó. Y que esta etapa con todo lo que consigo ha traido, ha llegado a su fin.
Es momento de dejar partir situaciones, vivéncias, estados de ánimo, apegos, trabajos, ideas, luchas, esperas, relaciones … y aceptar sanamente ese fin, aceptar el dolor que existe en cada pequeña cosa que muere, porque no aceptar el fin de esas pequeñas cosas es lo que nos genera el sufrimiento, el dolor que sentimos al no avanzar. Porque al final la vida, el camino, es eso, avanzar, y si no avanzamos enfermamos. Y por miedo al dolor de la muerte de una situación, de un estado personal, de una relación, por no asumir ese riesgo, nos perdemos las potencialidades que se generan para nuestra vida y nuestro avance, quedándonos encallados en asuntos inconclusos.
Podemos imaginar que en el solsticio invernal nosotros también hacemos el viaje del Sol, descrito por tantos mitos, hacia el inframundo, donde muere ante las fuerzas de la oscuridad y entierra sus huesos en la tierra para luego surgir otra vez y continuar su ascenso hacia el cenit veraniego. En este proceso hay una alquimia primigenia, cuya observación nos conecta con el instinto de los animales de reservar sus energías en invierno.
El solsticio invernal es también la llegada del signo terrestre de Capricornio, que significa la paciencia, el trabajo y la preparación de la tierra para que retome las cualidades primeras que le permitirán más tarde florecer. Capricornio está regido por Saturno; es seco y frío y dominado por el humor melancólico. Es un signo y un tiempo asociados a la enfermedad y a la depresión. Pero más allá del rechazo inicial tan propio del cristianismo, donde la muerte y la depresión no tienen valor en sí mismas, este temperamento melancólico es históricamente el signo del alquimista, del laborioso y estudioso hombre que logra penetrar la profundidad del misterio. Escribe James Hillman, el psicólogo estadounidense que tomó la estafeta de Jung e hizo que su obra descendiera a lo que John Keats llamó “el valle de Forjar Almas”:
Y, sin embargo, a través de la depresión nos adentramos en lo profundo y en lo profundo encontramos alma. La depresión es esencial al sentido trágico de la vida. Humedece el alma seca, y seca el alma húmeda. Trae refugio, límite, foco, gravedad, peso y humilde impotencia. Recuerda a la muerte. La verdadera revolución empieza en el individuo que puede mantenerse fiel a su depresión. Ni extraerse a uno mismo fuera de ella, atrapado en ciclos de aliento y desesperanza, ni sufriéndola hasta que cambie, ni tampoco teologizándola–sino descubriendo la conciencia y la profundidad que quiere. Así inicia la revolución de parte del alma.
Al terminar el año suele aparecer un estado de recogimiento e incluso una depresión natural, y la entrada del planeta de la melancolía y las dificultades que deben sufrirse para crecer. Y no por ello estoy diciendo que nos apartemos de la vida o que entremos en un sendero sin vuelta atrás, sino que la conjunción de los opuestos es lo que aporta salud y bienestar, así no es de extrañar que la propia muerte aporte vida. En ese descenso a lo oscuro de uno mismo es donde florecerá la semilla de la vida, florecerá hacia el esplendor del verano germinando en un inmenso espacio vital, vacío y dispuesto a llenarse de vida de nuevo, de la alegría que aporta la luz, ya que la vida y la luz son místicamente sinónimos.
Y aquí viene nuestra cultura con la Navidad, y quizás por esto nos adornan con infinidad de luces las calles y los árboles, porque estamos en época de oscuridad y recogimiento y a nuestra cultura y sociedad consumista le interesa que salgamos a la calle, que compremos, que estemos felices, en definitiva que no estemos en contacto con lo que de fondo se nos está moviendo. Y digo yo, que tal si nos permitimos estar como estamos, mostrarnos tal cual como nos sentimos y dejamos de actuar como supuestamente la sociedad nos indica o como creemos que la gente va a valorar más. Que tal si nos permitimos este estado de hibernación e introspección, que tal si nos permitimos estar y mostrarnos tristes, estar con nosotros mismos, cuidándonos y dándonos el cariño y atención que necesitamos. Que tal si nos permitimos vivir nuestra vida a nuestra manera, tal y como la sentimos en cada momento? Que tal si nos permitimos la tristeza en lugar de la falsa alegría que promueve la Navidad y que no hace más que esconder una falsa felicidad y una superficialidad exagerada?
Qué tal si en estas fiestas, te permites expresar lo nunca dicho. Qué tal si te das permiso para ser como eres y actuar en consecuencia. Qué tal si en estas fiestas, te recoges con tus seres queridos y permites que te vean tal cual eres, porque así, aunque te cueste, serás mas tú, sentirás más confianza en tí y en los demás, y te sentirás más libre, ya que no deberás ocuparte de esconder nada.
La mayor parte del texto proviene de la fuente original: http://pijamasurf.com/2015/12/solsticio-de-invierno-2015-una-reflexion-sobre-la-muerte-del-sol-y-el-renacimiento-del-espiritu/