El otro día leí, que de mayores nos hacemos lo que nos hicieron nuestros padres cuando éramos pequeños.

Y pensé, será asi? Será que la manera que tengo de actuar y de tratar(me), y lo escribo así porque de la manera que me trato a mi es la manera en que trato a los demás, es la misma que recibí cuando era niño?
Y empecé a observar(me), dejarme sentir en qué lugar estoy actualmente, no físicamente claro, sino emocionalmente, dejar que llegue a mi conciencia cómo siento que es mi vida, cómo me siento yo viviendo esta vida que tengo y cómo actúo, qué hago, cómo me trato yo a mi mismo y cómo trato a los demás. Hacia donde me arrastran las fuerzas y movimientos de mi inconsciente, que por mucho que me empeñe en que no, que no quiero esto para mí, acaba siendo, quizás por olvido de mí, el mismo agujero en el que siempre vuelvo a caer.

Y así te lo digo: SI.

Si que me trato como me trataron cuando fuí niño. Soy yo mismo el que me dejo caer en ese estado, sería antinatural recibir otra cosa distinta a la que recibí, al afecto, al trato, al cariño, a la comprensión, a la ternura, al amor del cual yo sentí que era digno de recibir. Y es que claro que no puedo tener otra cosa, porque es que soy yo mismo el que pienso eso de mi, el que me infrinjo lo mismo y me maltrato, el que me culpo y el que me abandono y el que me doy el trato que aprendí en mi propia piel. Y es que hay cosas que llevamos grabadas a fuego, hay cosas en la vida que se infiltran hasta la médula y ahí están, dando por saco una y otra y otra vez.

Me doy cuenta de ello, y lo cambio. Me quiero. Y vuelvo a olvidarme de mí. Otra vez me siento igual. Me cuesta verlo, cada vez menos, pero es como un mantra, que por suerte, cada vez dura menos. Al final llega un momento (con el trabajo) como en el que creo que yo estoy ahora, que digo YA ESTÁ BIEN, ya basta, se acabó, pasa la página, déjame en paz de una vez porque en mi vida, ahora, mando yo. Hago callar a esa vocecita que no deja de machacarme y de decir ves, si es que yo tenia razón, esto es así! Todo eso que te digo tantas y tantas veces es cierto!
Y a ésta es a la postura a la que uno llega cuando lo ha visto ya en cinemascope. Me lo he mirado del derecho, del revés, por arriba, por abajo, lo he entendido, lo he trabajado, lo he llorado, lo he pataleado, me lo he sacado de encima y el puto cabrón ha vuelto a venir. Otra vez dando por saco, otra vez el mismo sentimiento, el mismo malestar. Y es que sin querer, a veces, algunos de nosotros, nos quedamos enganchados en eso (en lo que en gestalt lllamamos una gestalt inconclusa). Una cosa que fué, y quedó abierta pero que ya no es, y que dentro nuestro sigue pugnando por cerrarse, por satisfacer eso que se necesitó en el momento original y que ahora ya no va a poder satisfacerse. Por eso se repiten los patrones, porque inconscientemente nos metemos en las cosas de la vida que nos permitan revivir esa situación que quedó abierta para poderla cerrar.

Pero bueno ya está bien, acaso voy a tener que pagar toda mi vida esto? A caso voy a tener que sentirme victima por siempre de mis circunstáncias? Es que no hay otra salida que vivir así, con esta sensación por siempre? Ya no voy a poder cerrar esa situación, porque ni soy el mismo, ni las personas con las que eso me sucedió son las mismas. Para eso me sirve la conciencia.

Y me invade un profunda compasión. Una mirada llena de ternura hacia un niño que no tuvo más remedio que el que le tocó, que no tuvo otra opción a vivir lo que vivió. Esa mirada compasiva que entiende que uno no tuvo culpa de nada, que las cosas fueron como fueron y que no tuvo nada que ver con lo que le sucedió. Y entonces me invade la paz y una profunda comprensión y cariño hacia todo mi ser. Y siento la inocencia del niño que fuí. Y entiendo mi vida, mis dificultades, perdono el no saber hacerlo de otra forma y no por ello debo castigarme.

Y es que vivir no es fácil, nadie nos ha enseñado, hemos llegdo a este mundo y nos han arrancado de nuestra madre sin tan siquiera darnos tiempo a nada, nos han lanzado a crecer en un entorno para cual no venimos preparados, un entorno lleno de amenazas para un ser tan indefenso y lleno de amor como es un niño. Nunca nadie nos dijo como enfrentar el sufrimiento, como traspasar el dolor, como amarnos de verdad. Y así es como la mayoría de nosotros vivimos, ciegos ante nosotros mismos, sin querer ver, con una cantidad de dolor guardado inconscientemente en las mazmorras de nuestro infierno deseando que no salga nunca, sin saber que eso es lo que nos va a curar, nos va a hacer crecer, madurar, te va ha hacer mas fuerte, te va a convertir, si decides confrontarlo y no te rindes hasta traspasarlo, en un individuo de verdad, uno de esos que es capaz de darse él mismo el apoyo que le hace falta en el momento en el que le hace falta, que no necesita del entorno para sentirse válido, no necesita la mirada del otro para sentirse querido, aceptado, respetado y un sinfín de cosas más porque ahora ya es capaz de dárselo el mismo, de amarse, quererse, aceptarse, respetarse, validarse sin sentirse mal por ello.

Es el camino de toda una vida el que nos va a permitir crecer y madurar, y cuanto antes empieces a hacerte consciente más tiempo tendrás para disfrutar de ti mismo.