En este espacio, que abro a modo de experimento, puedes compartir, si lo deseas, tu sueño. Si lo haces mira de hacerlo con los máximos detalles posibles, incluso si lo recuerdas, incluye esas sensaciones o emociones que sentiste durante el periodo de sueño, y a demás te invito a relatarlo en primera persona, tipo “yo voy por una calle y me aparece…”, y asi como si estuvieses reviviendo esa historia en este momento.
Me comprometo a, de un modo totalmente interpretativo y sin que siente ningun tipo de dictamen o hecho verídico para la persona que consulta, ofrecer una interpretación según mi parecer (y a ojo de buen cubero) del asunto que el relato me evoque y que puede o no, tener a ver con algun aspecto de la vida de la persona que comparte. Repito, sin conocer de nada a la persona, y sin saber qué puede significar para él o ella los simbolos que pudieran aparecer en el sueño, daré mi impresión con la única pretensión de ayudar a descifrar el posible significado que pueda tener para la persona que consulta.
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El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, aun siendo un relato de ficción, es un estudio clásico de una personalidad narcisista. Del mismo modo que Narciso, Dorian Gray era un joven sumamente agraciado. Además, la belleza de su apariencia coincidía con la de su carácter. Era amable, considerado y se preocupaba por los demás. Quiso el destino que el físico de Dorian llamase la atención de un renombrado artista, y éste emprendió la tarea de pintar su retrato. También atrajo el interés del diletante Lord Henry, que se encargó de enseñar a Dorian los modos y maneras para desenvolverse en un mundo de sofisticación.Con halagos, Lord Henry sedujo a Dorian y le hizo creer que era muy especial debido a su excepcional belleza física. Convenció al joven de que estaba obligado a conservarla. Una forma de proteger su hermosura era no permitir que ningún sentimiento intenso perturbara la paz de su mente ni dejara huellas en su rostro ni en su cuerpo. Pero ¿cómo se pueden evitar los estragos del tiempo? Dorian empezó a estar muy preocupado por su apariencia. Qué pena, pensó, que la imagen del cuadro siempre le mostraría como un joven radiante, feliz y guapo, mientras que él envejecería y se iría deteriorando. Ojalá fuera al revés, rogaba él, y eso fue lo que sucedió.
Los años pasaron por Dorian Gray sin que su físico mostrara el menor signo de envejecimiento o de cambios. A los cincuenta años parecía que tuviese veinte. Ninguna arruga que pudiese reflejar las preocupaciones de la vida surcaba su rostro. Su secreto era el retrato, que envejecía por él y mostraba la fealdad de una existencia vivida sin sentimientos. Pero Dorian escondió el retrato y nunca lo miraba.A falta de sentimientos, Dorian pasó su vida buscando sensaciones. Seducía a las mujeres (lo que le resultaba fácil con su encanto y su belleza) y después las abandonaba. Inició en vicios y drogas a jóvenes que le admiraban, arruinando así sus vidas. Llevó casi al suicidio a una actriz joven y encantadora que se hallaba al comienzo de su carrera; ella se había enamorado de Dorian y él la rechazó cuando vio que como actriz no daba la talla de estrella que él esperaba y que fue el motivo de sentirse atraído por ella. Y todas estas cosas no generaban en él remordimiento alguno. Nunca miraba el retrato, no se enfrentaba a la realidad de su vida.
Aparte de Dorian, nadie conocía la existencia del cuadro, con excepción del pintor del mismo y de Lord Henry. Cuando el artista quiso ver de nuevo el retrato, Dorian le asesinó. Para ocultar su crimen, se sirvió del chantaje para obligar a un admirador suyo a deshacerse del cadáver, y éste acabó suicidándose. No obstante, al final Dorian sí quiso ver el retrato, no pudo resistir por más tiempo la curiosidad que sentía ni la inquietud creciente que le atormentaba por dentro. Se arriesgó a ir hasta el oculto lugar donde lo había escondido y descorrió el velo que lo cubría. La expresión retorcida y torturada del rostro envejecido que vio le causó tal horror que cogió un puñal y rasgó el lienzo. A la mañana siguiente, uno de sus sirvientes encontró a Dorian caído en el suelo frente al cuadro, con un puñal clavado en el corazón (lo que halló fue un anciano con la expresión del rostro retorcida y torturada. ¿Cómo pudo un hombre tan hermoso llegar a tener un carácter tan horrible? Al principio la belleza del rostro de Dorian Gray no era tan sólo superficial, no era una fachada. Entonces era tan bueno por dentro como bello por fuera. Pero Oscar Wilde creía que la naturaleza humana es susceptible de corrupción, y yo estoy de acuerdo con él. Se puede seducir al inocente con promesas de amor, de poseer riquezas o de alcanzar cierta posición social. Este tipo de seducción se produce constantemente en nuestra sociedad, y favorece así el desarrollo de la personalidad narcisista.
A pesar de que la historia de Dorian Grey es una ficción, la idea de que una persona pueda tener una apariencia que sea pura contradicción con su estado interior es perfectamente válida. A menudo me sorprende enormemente que la mayoría de narcisistas parece mucho más joven de lo que es. Sus rasgos y su piel tienen una tersura en la que no se aprecian las arrugas que causan las preocupaciones y los problemas de la existencia. Este tipo de personas no permite que la vida les toque —es decir, no consiente que aspectos internos vitales afloren a la superficie física y mental—. Esto es lo que yo llamo negar los sentimientos. Sin embargo, los seres humanos no están inmunizados contra la vida, y el envejecimiento que no se ve por fuera se produce por dentro. Finalmente, al igual que en el caso de Dorian Gray, el dolor y la fealdad del interior se abre paso a través de la negación de la realidad y parece que la persona haya envejecido de un día para otro.
No obstante, y hasta cierto punto, todos somos un poco como Dorian Gray. A menudo nos sorprendemos, incluso nos asustamos, cuando nos miramos en el espejo. Nos chocan las arrugas de la piel, la tristeza de la mirada, el dolor que expresa el rostro. No esperábamos vernos así. Mentalmente, nos veíamos jóvenes, con la piel lisa y la expresión despreocupada. Al igual que Dorian, no queremos afrontar la realidad de nuestra vida. Esta discrepancia entre el aspecto que tenemos y el que nos gustaría tener también se aplica al cuerpo, que debería ser más visible que el rostro para nosotros. Cerramos los ojos a la carencia de armonía de las diversas partes del cuerpo y a la falta de gracia en los movimientos. La ropa nos ayuda a esconder esta realidad, ante nosotros mismos y ante las demás personas, y así podemos formarnos una imagen corporal que está muy lejos de la real.
Nos enseñan muy pronto a ocultar los sentimientos y a poner buena cara ante el mundo. Esto es lo que me enseñaban cuando era niño: «Sonríe y el mundo sonreirá contigo, llora y llorarás solo». Ellen, otra paciente, me explicó una historia similar: «Recuerdo que estaba sentada posando con coquetería mientras me hacían una foto. Todavía la conservo. Lo que transmite la imagen es: “Mira que niña tan encantadora soy”. Mi padre solía decir. “Para conseguir todo lo que desee, lo único que debe hacer una chica es sonreír”. Así que he ido sonriendo por la vida mientras por dentro se me rompía el corazón»
*del libro de Alexander Lowen El Narcisismo la enfermedad de nuestro tiempo. Sólo podemos experimentar el mundo externo a nosotros a través del cuerpo. Si se niegan los sentimientos corporales, se corta la relación que a través de los sentimientos se mantiene con el mundo. Si lo que te mueve es generar un bien para la concepcion que tienes de ti, vas a estar viviendo constantemente para agrandar tu ego. Si no te paras y empiezas a tener en cuenta qué es lo que sientes interiormente, y actuar honestamente en consecuencia, tarde o temprano vas a convertirte en lo que suelo llamar un muerto viviente, ese que no se puede permitir sentir, mas bien no siente, y mucho menos mostrarlo al mundo, ya que le haria entrar en la confusion entre la creencia de lo que es y lo que realmente es (ego-yo), proyectándolo al mundo con el miedo al que diran de mi…. no me van a querer.
Si solo te ves a ti, si solo actuas para ti, si solo te mueves por ti, planteate que quizas no estes viviendo, sino mas bien perdido en un mundo en busca de un amor que precisamente por tu actuacion no encuentras ya que no sientes. Si tiemes un pobre sentido del «yo, o self llamado en gestalt», tus actividades no van dirigidas hacia ti, sino a potenciar tu imagen, y como consecuencia, te vas a acabar resintiendo.
Sin la aceptación del yo, no puede existir el amor al yo «self». Si una persona no se ama a sí misma, tampoco puede amar a los demás. Se podría considerar que amar es compartir el yo con otra persona. La relación sexual es una expresión real del amor cuando se comparte el yo, pero si no se comparte, entonces no es más que un contacto narcisista. Intimar significa compartir el yo, pero es necesario tener un sentido del yo para poder compartirlo. Todos necesitamos de los demás. Si una persona tiene un sentido del yo, se necesita a otra persona para compartirlo. Pero, incluso si no lo tiene, como le ocurre al narcisista, sigue necesitando de los demás —para que apoyen y aplaudan la imagen del yo que se ha forjado—. Sin la aprobación y la admiración de los demás, el ego del narcisista se desinfla, porque no está conectado al yo y por tanto no puede alimentarse de él. Por otro lado, la admiración que pueda recibir el narcisista sólo hincha su ego, no le sirve para nada al yo. Entonces, al final el narcisista acaba por rechazar a los admiradores, del mismo modo que ha rechazado su verdadero yo.
El amor esta en sentir(te), si, a ti, con el cuerpo (tu casa). Sentirte a ti, aceptar humildemente la realidad, de quien eres, de tus sentimientos, tu presencia (que no tu imagen), tu ser, para así poder sentir despues al otro, y de esta forma dejar salir el amor, para que tambien pueda entrar y poder sentir que te aman es únicamente posible si tu te amas a ti.
Para seguir profundizando un poco más acerca del sentimiento de culpa, voy a compartir con vosotros esta otra entrada, extraída en gran parte del postgrado en clínica gestáltica impartido por Jaume Cardona. Voy a empezar por resumir la primera entrada que escribí hace ya algunos días y que aquí ampliaré un poco más.
Haciendo gala de la capacidad de síntesis que me caracteriza, voy a cortar por lo sano y a empezar esta entrada por la vía directa. Recomiendo al lector, que por si algún motivo encuentra fuera de lugar el punto de partida de este texto o si prefiere profundizar en los orígenes de este resúmen lea la primera entra de sobre el sentimiento de culpa. Así pues allá voy.
Aunque todos sabemos que al nacer, nacemos inocentes (entiéndase exentos de culpa), ya de pequeñitos aprendemos que en nuestro interior existe lo agradable y lo desagradable y que acaba conviriténdose en “dentro de mi existe lo malo y lo bueno”. Ese sentimiento de que no soy correcto, de que cuando lloro molesto, cuando quiero hablar interrumpo, de que no me dejan gritar, que cuando me acerco se marchan, etc va generando esa sensación de que hay algo malo en mí. Va generando ese sentimiento de culpa, esa cosa de que en mi hay algo malo y que al exterior no le gusta.
Con estas vivencias, se van a generar dos cosas:
La primera es que como niños vamos a decidir culparnos a nosotros mismos con tal de preservar el amor en nuestra familia. De esta manera excuso la reacción del entorno y puedo seguir manteniendo (según la inocencia de un niño) la unión familiar y del sistema. Así es como ya desde niños interiorizamos lo malo en nosotros y de donde surge la intensidad de nuestro sentimiento de culpabilidad. Y esa intensidad, nos va a perseguir hasta la edad adulta, acompañándonos en cada proceso de maduración. En los casos más acusados incluso se puede llegar a desarrollar el sentimiento de “Soy culpable de ser”, mi existencia genera mal estar, porque cuando reclamo atención me rechazan, cuando lloro molesto, cuando hago algo mal me gritan, o cuando no lo hago también, y aquí cada uno puede añadir de su propia cosecha esas vivencias infantiles en las que siente ese miedo a que le retiren el amor y que no viene de otro sitio que de esos mandatos internos que vivimos de pequeños y que nos hicimos nuestros, auto culpándonos para poder seguir queriendo a las personas que teníamos de referencia.
La segunda cosa que se genera son las auto exigencias, los mandatos internos, los deberías, los tienes que … Esa voz interna que nunca esta satisfecha con nuestro comportamiento, nunca reconoce, siempre pide más, nunca es suficiente y es en definitiva, lo que va a desembocar en el aspecto más neurótico: la culpa persecutoria. Esa especie de ojo que todo lo ve, esa especie de cosa que está constantemente al acecho, me vigila, genera auto acusaciones, recriminaciones, rencores etc. Son muchos los ingredientes ante los cuales un niño es sensible de sentirse así, muchos los componentes que pueden hacerle creer que ciertos aspectos suyos no son bienvenidos en el mundo que le rodea y le hacen sentirse en peligro de abandono o de castigo, la cual cosa, si sucede, ratificaría que eso que percibe de él es malo y real.
Es evidente que cada uno de nosotros hemos vivido infancias distintas y las relaciones con nuestros familiares distan mucho entre sí. No todo el mundo tiene el mismo sentimiento ni intensidad de culpa, ya que ésta depende de:
Las cosas que hemos asimilado como malas en nosotros (enfadarme, rabieta, llorar). Esas actitudes mías que han rechazado desde mi mundo exterior y me hacen sentir que eso que hay en mí, eso que me genera ganas de llorar, o de enfadarme, es malo, es rechazado por mi entorno y yo me lo siento como mío. Algo en mi es malo.
Como me identifico con esas cosas malas (que grado de maldad le doy yo a esas cosas)
Por otro lado, la culpa persecutoria todos la sentimos en mayor o menor medida. La mayoría de nosotros nos sentimos culpables: con 1 año y medio o dos, ya se empiezan a generar ciertos pensamientos como “yo no puedo generar esto en los demás”. En esta edad, en algunos casos ya empiezan los mandatos externos “niño no llores», «tal como eres nadie te va a querer”, etc. Diríamos que lo que empieza a perseguirnos de aquí en adelante es el miedo a no ser amados y la indignidad ante la reacción del entorno (en forma de mandatos para que eso no suceda), y de la cual nos sentiríamos culpables, avergonzados debido a nuestros sentimientos, comportamientos y actitudes.
Es que hay cosas muy fuertes para un niño (tal como eres nadie te va a querer, ven luego, llorar es de niñas, todas estas frases (introyectos) dichas a un niño van generando un sentimiento de frustración, humillación, y sentir que está decepcionando al padre, sentir que papá o mamá por una actitud mía me retira amor, es lo peor para un niño.
Y así vamos haciéndonos mayores y debido a la presión de todo esto, llegamos a los 6, 7 años bien cargados, muchos o algunos de nosotros habremos topado con la cosa esa de la culpa de ser, la persecutoria. La sensación de yo no tendría que haber nacido. Sentirse como una anomalía, algo que no toca, he nacido y he venido a dar el coñazo. Éso genera un problema de base importante. Además, se nos van añadiendo las reacciones del padre, de la madre, etc y se van preparando las vivencias de indignidad, vergüenza, asco, etc. Y paso a paso vamos adquiriendo una vida en la que vivimos clandestinamente, ocultos. Y es porque si de verdad nos mostramos, lo que se nos viene encima es todo nuestro pasado, la indignidad, la vergüenza, el asco (soy asqueroso), la repulsión propia. Encima luego se añaden las órdenes y sentencias (tu debes, tu tienes que, tu has de), y nos plantamos en la infancia con una buena carga.
Con todas estas cosas buenas que ya nos suceden de niños, no es de extrañar que poco a poco aprendamos a defendenos, y lo hacemos a través de los mecanismos de defensa. Creamos el mecanismo para hacer que la cosa me afecte lo menos posible. Son posiciones para que se anestesie lo máximo posible esa sensación y no son más que castigo, castigo hacia nosotros mismos o hacia los demás, aquí encaja la frase esa de que «no queriendo sentir mi propia culpa, acabo haciendo otras cosas que sí que de verdad me hacen culpable»
En contraposición a la posición defensiva de defendernos inconscientemente, podemos optar por el arrepentimiento, que tiene que ver mucho con el pesar, no con el dolor generado al otro sino también con el propio dolor que se siente, el dolor que uno también ha causado. Cómo me enfrento al hecho de que yo también he generado dolor? Con toma de conciencia, ir desgranando y comprendiendo la propia historia, las causas que generan los comportamientos, los mecanismos de defensa que he utilizado.
En el trabajo con la culpa hay que que querer mirar. Empezar a ver (cosa poco fácil), darse cuenta de esa parte en la que ahora ya no hay tantas responsabilidades externas, las cosas que nos ocurren son internas. Lo único que nos puede redimir de la culpa es aprender, aprender en lugar de castigar y seguirnos castigando con nuestras defensas. Todo momento es bueno para darse cuenta, no importa la edad que se tenga. El no asumir mi culpa interna me lleva a hacer qué? A huir toda la vida. A huir de uno mismo y del contacto con la vida.
La mirada comprensiva que da ver cómo llegamos al mundo, cómo somos recibidos, cómo crecemos y cómo somos lanzados a vivir, es lo que cura. A partir del momento en el que somos lanzados a vivir es cuando vamos a aprender cómo vivir y durante este proceso de aprendizaje nos vamos a hacer daño, nos van a hacer daño y vamos a hacer daño. Y lo único que tenemos y podemos hacer ante eso es aprender. La alternativa a eso es castigarnos.
Entender que esto del vivir es complicado, cuando aparece en un primer momento la figura materna, posteriormente el padre y más adelante se va conformando una percepción de que fuera hay una relación (madre y padre) y que yo estoy en medio, y que mis actos pueden afectar esa relación. Ya más mayores, para algunos la percepción es de yo con migo mismo, para otros empieza a coger fuerza el papel del otro, yo y el otro. Si relacionamos esta percepción con la parte buena y mala que hay en mí, de repente el otro (papá, mamá, hermanos) también se nos aparecen con sus partes buenas y malas y por lo tanto nos relacionamos desde estas partes. A los niños les cuesta mucho asumir la maldad de un padre o una madre. Y vamos a ir tomando conciencia de que dañamos, que decepcionamos. La toma de esa conciencia es necesaria: saber que podemos causar daño es importante, una para entender que ciertos daños existen en la condición humana (por ejemplo en el que una relación no funcione por decisión mía, si no me siento feliz es lógico que no quiera seguir y la decisión implica un daño), la otra lo que nos enseña el proceso de socialización: que hay daños que no hay que causar (no robarás, no matarás), la conciencia de lo que hacemos nos ayuda a aprender y nos damos cuenta de que hay que ir con cuidado con ciertos comportamientos porque el otro también existe, merece respeto, etc, y podemos hacerle daño.
Ir conociéndonos, ver nuestra máscara, ver lo que reprimo (lo que reprimo no se esta quieto), el paso de abandonar la defensa del sentimiento de culpabilidad también incluye abrirse a las cosas que hemos hecho nosotros, y ése es un paso que da miedo porque con todos nuestros juicios internos, nuestros auto reproches, nuestros mandatos, nuestro policía interior, no sabemos si nos vamos a acabar de ejecutar. Por eso da tanto miedo dejar la culpa neurótica y pasar a la culpa depresiva de verdad donde realmente vemos “qué he echo”, qué he hecho de verdad. Poder llegar un punto de comprensión donde en alguna época de mi vida no supe más, no vi más, pero si veo de verdad, si miramos con cuidado, tanto me tengo que acusar? sabíamos tanto de las cosas? éramos inconscientes, la cosa no daba para más. La cosa merece perdón o castigo?
Ése es el punto de comprensión, entender cómo hemos llegado a este fenómeno de vivir. A caso llegue aquí sabiendo cómo relacionarme? He llegado preparado para no dañar? para no dañarnos? salimos al mundo con conocimiento para saber amar?, sabemos sostener frustraciones?, rechazos?… todo eso es lo que vamos a tener que aprender, a conocernos, y a conocer al otro, que el otro existe mas allá de mí… sino, nos pasamos media vida entre todo este meollo, y al darnos cuenta y sacar la cabeza para ver como arreglarlo vemos un gran trabajo y elegimos no mirar. Y seguimos igual, relacionándonos con el mundo como me he relacionado hasta ahora. Con eso nos vamos a tener que ver, con nuestra dificultad y con la dificultad de los otros. Y echar la vista atrás y mirar todo esto sólo tiene un sentido: querer aprender. No quiero hacerte daño y si te hago daño es por cosas que en la vida ocurren, no es tan fácil ser humano.
Si conseguimos llegar a este punto, aparece el pesar. El aceptar que me pesa haber actuado así. Sentir el pesar de lo que me he dañado y lo que he dañado y poder estar con eso sin juzgarme. Hoy tengo la posibilidad de mirarlo y sólo si lo miro puedo entrar en la posibilidad de cambiar algunas cosas. En la medida en que logro eso, asumo la libertad, la responsabilidad y la posibilidad de aceptar y de perdonar. Perdonarnos. Perdonarnos por habernos castigado.
Es muy importante entender el arte de la aceptación, el aceptar la condición humana. Somos humanos y así vivimos. Sino vemos esto, sino lo aceptamos y nos liberamos de ello, no nos queda otra que castigar y castigarnos, no hay más.
Una mirada simplemente de eso, una mirada que lo que quiere es comprender el sufrimiento para dar paso al dolor, y ser un poco mas libre luego, ser mas libres por haber afrontado nuestra vida como es y por haberla podido mirar.