Los sueños, a través de su lenguaje onírico, y por muy extraño que parezca, llevan escondido un mensaje, un mensaje que muchas veces no entendemos debido quizás a lo “raro” que aparece en la historia o quizás porque muchas veces no le vemos ningún sentido a lo que en ella se representa. Pero más allá de las rarezas y los sin sentidos que podamos interpretar de nuestros propios sueños, lo cierto es que conllevan un mensaje existencial.
Quizás a alguno de vosotros os haya pasado, o quizás no, o quizás no te hayas dado cuenta, pero muchas veces en nuestra vida, estamos tan inmersos en nuestras propias vivencias del día a día que nuestra atención está más en lo que nos sucede que en lo que realmente está pasando en nuestro interior, en la dificultad interior para con nuestra propia historia vital y las dificultades que tenemos con ella. A groso modo, esto en la Gestalt es el concepto figura-fondo, el cual nos indica que a través de la atención podemos llevar contenidos del fondo a la figura o de la figura al fondo. Es decir, según donde centremos la atención, los demás contenidos pasan al fondo y viceversa. Podemos entonces decir, que la figura pasa a ser un aspecto consciente en el aquí y ahora y el resto pasa al fondo de la conciencia.
Al observar esta imagen por ejemplo, qué ves? parece un hombre, Miguel de Cervantes. Nuestra atención se centra en esto y el resto está en el fondo. Pero no tendré que pedirte que te fijes mas, porque seguro que algo te está llamando la atención. Seguramente ya habrás visto en el centro de la imagen a Don Quijote y a Sancho Panza, con la cual cosa el rostro anterior pasará al fondo y se hará figura la imagen de D.Quijote y Sancho Panza. Puedes apreciar algo mas? Sí el molino y el caballo sobre el que monta Don Quijote no? Y algo más? Podemos observar lo que podrían ser los rostros demoníacos o malignos y si todavía prestamos más atención, podremos ver rostros tanto en lo que pertenece al cuerpo de Cervantes como al cielo o fondo de la foto.
Podríamos decir entonces que el centrarme en un contenido (o poner mi atención a determinadas formas o aspectos) es lo que me facilita el darme cuenta o el traerlo a mi conciencia (se hace figura). Y así es como a través de la atención, en nosotros mismos, podemos ir descubriendo aspectos nuestros que permanecen en el fondo (inconsciente) y poco a poco, trabajando en nosotros mismos, ir pasándolos a nuestra conciencia. Dicen por ahí, que todo lo que se hace o dice es fruto de tu inconsciente, o sea, que todo se hace por algo, y lejos de querer corroborar lo anterior, sí que te diré que muchos aspectos nuestros nos permanecen ocultos, ocultos en el fondo y reprimidos de nuestra conciencia, lo que establece según los casos, la rigidez de cada persona, a través de las defensas generadas por los mecanismos de defensa, y propician su actuación inflexible y poca adaptación al entorno (comprensión, empatía, etc). Pero por muy rígido que uno se vuelva, lo reprimido no queda quieto, ni desaparece, y siempre ejerce una fuerza y pugna por salir, por ser liberado, y de ahí ése dicho de que todo lo que se hace es por algo.
Y digo yo, cómo puede ser que yo mismo no quiera saber mis propias cosas no? Cómo puede ser que en mi inconsciente hayan cosas importantes para mi y que no me lleguen, que estén ahí escondidas y que por más que yo quiera no salen?
Hay un límite entre lo consciente y lo no-consciente, en el cual la conciencia ordinaria parece actuar como una especie de guardia urbano que determina lo consciente, lo no consciente accesible (lo pre-consciente freudiano) y lo inconsciente, decidiendo así que es lo que puede acceder y lo que no, generando de esta manera contenidos que son reprimidos o actitudes o comportamientos distorsionados según estos accedan o no a la consciencia.
Y es que lo que tiene un sueño es eso, que muestra aspectos de tu vida y de tu yo, y que como están reprimidos en el fondo de tu no consciente no puedes darte cuenta. Es como si ese policía que dirige los contenidos hacia el consciente o el inconsciente, también se durmiera y entonces es el momento en el que el inconsciente te habla, diciendo alguna cosa que es vital para ti, para la relación contigo mismo y con el entorno, y lo hace a su manera, a través del lenguaje metafórico y simbólico, y que pasa directamente a la conciencia. El mensaje del inconsciente podríamos decir que lleva intrínseco un peso emocional, un darse cuenta de algo propio que no estamos viendo o no queremos ver en nuestra vida (reprimido o distorsionado a través de los mecanismos de defensa), y de ahí que quizás muchas veces no podamos recordar nuestros sueños, porque ése mensaje (al igual que la vivencia consciente de la vida) nos resulta peligroso o amenazante, no queremos contactar con ello, y de la misma manera que conscientemente no lo vemos (lo reprimimos), el sueño no lo recordamos ya que posiblemente todavía no estemos lo suficientemente preparados para sostener su significado.
El sueño está formado por aspectos de la psique, es decir, actúa como un espejo (proyección) donde a través de los argumentos, contenidos o elementos que aparecen, nos ofrece la posibilidad de ver reflejados aspectos del soñante y nos acerca más a la verdad del paciente que la que su propio “YO” generalmente concibe.
El trabajo Gestáltico con los sueños requiere que el paciente se identifique, interprete e interaccione con los distintos elementos del sueño, con tal de poder darse cuenta de ése mensaje existencial que el sueño esconde para él.
Para seguir profundizando un poco más acerca del sentimiento de culpa, voy a compartir con vosotros esta otra entrada, extraída en gran parte del postgrado en clínica gestáltica impartido por Jaume Cardona. Voy a empezar por resumir la primera entrada que escribí hace ya algunos días y que aquí ampliaré un poco más.
Haciendo gala de la capacidad de síntesis que me caracteriza, voy a cortar por lo sano y a empezar esta entrada por la vía directa. Recomiendo al lector, que por si algún motivo encuentra fuera de lugar el punto de partida de este texto o si prefiere profundizar en los orígenes de este resúmen lea la primera entra de sobre el sentimiento de culpa. Así pues allá voy.
Aunque todos sabemos que al nacer, nacemos inocentes (entiéndase exentos de culpa), ya de pequeñitos aprendemos que en nuestro interior existe lo agradable y lo desagradable y que acaba conviriténdose en “dentro de mi existe lo malo y lo bueno”. Ese sentimiento de que no soy correcto, de que cuando lloro molesto, cuando quiero hablar interrumpo, de que no me dejan gritar, que cuando me acerco se marchan, etc va generando esa sensación de que hay algo malo en mí. Va generando ese sentimiento de culpa, esa cosa de que en mi hay algo malo y que al exterior no le gusta.
Con estas vivencias, se van a generar dos cosas:
La primera es que como niños vamos a decidir culparnos a nosotros mismos con tal de preservar el amor en nuestra familia. De esta manera excuso la reacción del entorno y puedo seguir manteniendo (según la inocencia de un niño) la unión familiar y del sistema. Así es como ya desde niños interiorizamos lo malo en nosotros y de donde surge la intensidad de nuestro sentimiento de culpabilidad. Y esa intensidad, nos va a perseguir hasta la edad adulta, acompañándonos en cada proceso de maduración. En los casos más acusados incluso se puede llegar a desarrollar el sentimiento de “Soy culpable de ser”, mi existencia genera mal estar, porque cuando reclamo atención me rechazan, cuando lloro molesto, cuando hago algo mal me gritan, o cuando no lo hago también, y aquí cada uno puede añadir de su propia cosecha esas vivencias infantiles en las que siente ese miedo a que le retiren el amor y que no viene de otro sitio que de esos mandatos internos que vivimos de pequeños y que nos hicimos nuestros, auto culpándonos para poder seguir queriendo a las personas que teníamos de referencia.
La segunda cosa que se genera son las auto exigencias, los mandatos internos, los deberías, los tienes que … Esa voz interna que nunca esta satisfecha con nuestro comportamiento, nunca reconoce, siempre pide más, nunca es suficiente y es en definitiva, lo que va a desembocar en el aspecto más neurótico: la culpa persecutoria. Esa especie de ojo que todo lo ve, esa especie de cosa que está constantemente al acecho, me vigila, genera auto acusaciones, recriminaciones, rencores etc. Son muchos los ingredientes ante los cuales un niño es sensible de sentirse así, muchos los componentes que pueden hacerle creer que ciertos aspectos suyos no son bienvenidos en el mundo que le rodea y le hacen sentirse en peligro de abandono o de castigo, la cual cosa, si sucede, ratificaría que eso que percibe de él es malo y real.
Es evidente que cada uno de nosotros hemos vivido infancias distintas y las relaciones con nuestros familiares distan mucho entre sí. No todo el mundo tiene el mismo sentimiento ni intensidad de culpa, ya que ésta depende de:
Las cosas que hemos asimilado como malas en nosotros (enfadarme, rabieta, llorar). Esas actitudes mías que han rechazado desde mi mundo exterior y me hacen sentir que eso que hay en mí, eso que me genera ganas de llorar, o de enfadarme, es malo, es rechazado por mi entorno y yo me lo siento como mío. Algo en mi es malo.
Como me identifico con esas cosas malas (que grado de maldad le doy yo a esas cosas)
Por otro lado, la culpa persecutoria todos la sentimos en mayor o menor medida. La mayoría de nosotros nos sentimos culpables: con 1 año y medio o dos, ya se empiezan a generar ciertos pensamientos como “yo no puedo generar esto en los demás”. En esta edad, en algunos casos ya empiezan los mandatos externos “niño no llores”, “tal como eres nadie te va a querer”, etc. Diríamos que lo que empieza a perseguirnos de aquí en adelante es el miedo a no ser amados y la indignidad ante la reacción del entorno (en forma de mandatos para que eso no suceda), y de la cual nos sentiríamos culpables, avergonzados debido a nuestros sentimientos, comportamientos y actitudes.
Es que hay cosas muy fuertes para un niño (tal como eres nadie te va a querer, ven luego, llorar es de niñas, todas estas frases (introyectos) dichas a un niño van generando un sentimiento de frustración, humillación, y sentir que está decepcionando al padre, sentir que papá o mamá por una actitud mía me retira amor, es lo peor para un niño.
Y así vamos haciéndonos mayores y debido a la presión de todo esto, llegamos a los 6, 7 años bien cargados, muchos o algunos de nosotros habremos topado con la cosa esa de la culpa de ser, la persecutoria. La sensación de yo no tendría que haber nacido. Sentirse como una anomalía, algo que no toca, he nacido y he venido a dar el coñazo. Éso genera un problema de base importante. Además, se nos van añadiendo las reacciones del padre, de la madre, etc y se van preparando las vivencias de indignidad, vergüenza, asco, etc. Y paso a paso vamos adquiriendo una vida en la que vivimos clandestinamente, ocultos. Y es porque si de verdad nos mostramos, lo que se nos viene encima es todo nuestro pasado, la indignidad, la vergüenza, el asco (soy asqueroso), la repulsión propia. Encima luego se añaden las órdenes y sentencias (tu debes, tu tienes que, tu has de), y nos plantamos en la infancia con una buena carga.
Con todas estas cosas buenas que ya nos suceden de niños, no es de extrañar que poco a poco aprendamos a defendenos, y lo hacemos a través de los mecanismos de defensa. Creamos el mecanismo para hacer que la cosa me afecte lo menos posible. Son posiciones para que se anestesie lo máximo posible esa sensación y no son más que castigo, castigo hacia nosotros mismos o hacia los demás, aquí encaja la frase esa de que “no queriendo sentir mi propia culpa, acabo haciendo otras cosas que sí que de verdad me hacen culpable”
En contraposición a la posición defensiva de defendernos inconscientemente, podemos optar por el arrepentimiento, que tiene que ver mucho con el pesar, no con el dolor generado al otro sino también con el propio dolor que se siente, el dolor que uno también ha causado. Cómo me enfrento al hecho de que yo también he generado dolor? Con toma de conciencia, ir desgranando y comprendiendo la propia historia, las causas que generan los comportamientos, los mecanismos de defensa que he utilizado.
En el trabajo con la culpa hay que que querer mirar. Empezar a ver (cosa poco fácil), darse cuenta de esa parte en la que ahora ya no hay tantas responsabilidades externas, las cosas que nos ocurren son internas. Lo único que nos puede redimir de la culpa es aprender, aprender en lugar de castigar y seguirnos castigando con nuestras defensas. Todo momento es bueno para darse cuenta, no importa la edad que se tenga. El no asumir mi culpa interna me lleva a hacer qué? A huir toda la vida. A huir de uno mismo y del contacto con la vida.
La mirada comprensiva que da ver cómo llegamos al mundo, cómo somos recibidos, cómo crecemos y cómo somos lanzados a vivir, es lo que cura. A partir del momento en el que somos lanzados a vivir es cuando vamos a aprender cómo vivir y durante este proceso de aprendizaje nos vamos a hacer daño, nos van a hacer daño y vamos a hacer daño. Y lo único que tenemos y podemos hacer ante eso es aprender. La alternativa a eso es castigarnos.
Entender que esto del vivir es complicado, cuando aparece en un primer momento la figura materna, posteriormente el padre y más adelante se va conformando una percepción de que fuera hay una relación (madre y padre) y que yo estoy en medio, y que mis actos pueden afectar esa relación. Ya más mayores, para algunos la percepción es de yo con migo mismo, para otros empieza a coger fuerza el papel del otro, yo y el otro. Si relacionamos esta percepción con la parte buena y mala que hay en mí, de repente el otro (papá, mamá, hermanos) también se nos aparecen con sus partes buenas y malas y por lo tanto nos relacionamos desde estas partes. A los niños les cuesta mucho asumir la maldad de un padre o una madre. Y vamos a ir tomando conciencia de que dañamos, que decepcionamos. La toma de esa conciencia es necesaria: saber que podemos causar daño es importante, una para entender que ciertos daños existen en la condición humana (por ejemplo en el que una relación no funcione por decisión mía, si no me siento feliz es lógico que no quiera seguir y la decisión implica un daño), la otra lo que nos enseña el proceso de socialización: que hay daños que no hay que causar (no robarás, no matarás), la conciencia de lo que hacemos nos ayuda a aprender y nos damos cuenta de que hay que ir con cuidado con ciertos comportamientos porque el otro también existe, merece respeto, etc, y podemos hacerle daño.
Ir conociéndonos, ver nuestra máscara, ver lo que reprimo (lo que reprimo no se esta quieto), el paso de abandonar la defensa del sentimiento de culpabilidad también incluye abrirse a las cosas que hemos hecho nosotros, y ése es un paso que da miedo porque con todos nuestros juicios internos, nuestros auto reproches, nuestros mandatos, nuestro policía interior, no sabemos si nos vamos a acabar de ejecutar. Por eso da tanto miedo dejar la culpa neurótica y pasar a la culpa depresiva de verdad donde realmente vemos “qué he echo”, qué he hecho de verdad. Poder llegar un punto de comprensión donde en alguna época de mi vida no supe más, no vi más, pero si veo de verdad, si miramos con cuidado, tanto me tengo que acusar? sabíamos tanto de las cosas? éramos inconscientes, la cosa no daba para más. La cosa merece perdón o castigo?
Ése es el punto de comprensión, entender cómo hemos llegado a este fenómeno de vivir. A caso llegue aquí sabiendo cómo relacionarme? He llegado preparado para no dañar? para no dañarnos? salimos al mundo con conocimiento para saber amar?, sabemos sostener frustraciones?, rechazos?… todo eso es lo que vamos a tener que aprender, a conocernos, y a conocer al otro, que el otro existe mas allá de mí… sino, nos pasamos media vida entre todo este meollo, y al darnos cuenta y sacar la cabeza para ver como arreglarlo vemos un gran trabajo y elegimos no mirar. Y seguimos igual, relacionándonos con el mundo como me he relacionado hasta ahora. Con eso nos vamos a tener que ver, con nuestra dificultad y con la dificultad de los otros. Y echar la vista atrás y mirar todo esto sólo tiene un sentido: querer aprender. No quiero hacerte daño y si te hago daño es por cosas que en la vida ocurren, no es tan fácil ser humano.
Si conseguimos llegar a este punto, aparece el pesar. El aceptar que me pesa haber actuado así. Sentir el pesar de lo que me he dañado y lo que he dañado y poder estar con eso sin juzgarme. Hoy tengo la posibilidad de mirarlo y sólo si lo miro puedo entrar en la posibilidad de cambiar algunas cosas. En la medida en que logro eso, asumo la libertad, la responsabilidad y la posibilidad de aceptar y de perdonar. Perdonarnos. Perdonarnos por habernos castigado.
Es muy importante entender el arte de la aceptación, el aceptar la condición humana. Somos humanos y así vivimos. Sino vemos esto, sino lo aceptamos y nos liberamos de ello, no nos queda otra que castigar y castigarnos, no hay más.
Una mirada simplemente de eso, una mirada que lo que quiere es comprender el sufrimiento para dar paso al dolor, y ser un poco mas libre luego, ser mas libres por haber afrontado nuestra vida como es y por haberla podido mirar.
Aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos), nos aleja del vacio existencial. Nos aleja de la neurosis. Nos hace crecer y ser mejores personas para con nosotros mismos y con el mundo. Aprender, disfrutar y compartir en relación a mi conmigo mismo, sobre mis limitaciones, actitudes, comportamientos, mis darme cuenta, mi conciencia y mi inconsciencia, etc, todo ello de una forma comprometida y responsable conmigo mismo. Y la responsabilidad conmigo mismo no puede pasar por otro lugar distinto al de aceptar quien soy en cada momento.
Conocerme me permite aceptar que soy cálido y frío, que soy serio y también gracioso, que soy bueno y malo, que soy sincero y mentiroso, que quiero el bien para el prójimo y que también puedo dañarlo. Ese conocerme, ese ser consciente de quien soy pasa por observarme, pasa por adoptar y despertar una mirada interna de auto observación, por el estar pendiente de mi, de mi cuerpo, de mis emociones, de mis pensamientos, de mis darme cuenta. Si no conocemos estos y muchos otros lugares dentro de nosotros mismos, difícilmente vamos a poder aceptarnos por completo y si no nos aceptamos vamos a estar queriéndonos evitar, escondiéndonos constantemente, peleados con nosotros mismos, disociados, vamos a ir recluyendonos poco a poco en nuestra propia carcel interna y vamos a ir negándonos a nosotros mismos, perdiendo nuestro potencial, nuestra espontaneidad y entrando en una vida vacía.
Por eso aprender(nos), disfrutar(nos), y compartir(nos) nos aleja del vacio existencial, porque aprender de mi mismo me ayuda a crecer, a desarrollarme. Si disfruto de mi mismo me estoy queriendo y aceptando, y si me comparto estoy haciendo las dos cosas anteriores y conociendo mundo, lo cual realimenta otra vez el circulo y me permite crecer mas, disfrutar mas y compartir mas. Así difícilmente vamos a caer en un vacío.
Eso es en parte ser responsable con uno mismo, y también lo es tener una actitud honesta con uno mismo:
Yo soy quien digo que soy, yo soy quien pienso que soy y yo soy quien siento que soy. Las tres alineadas, bien compenetradas y encajadas.
Yo acepto las consecuencias de lo que digo, de lo que pienso y de lo que siento o de lo que omito sentir.
Con esto respondo con habilidad a los retos de la vida, puedo tener creatividad para manejar mis recursos propios.
Entrégate a tu vida tal y como es, no limites tu existencia.