Para empezar a hablar sobre el sentimiento de culpa, quizás debería referirme primero a la historia … ya sabéis … el tema religioso sobre el pecado original, Adán, Eva, Dios, La serpiente, y todos esos elementos simbólicos que forman parte de la trama. artepinturaadanyeva01Y es que el condicionamiento que la religión ha ejercido sobre nuestra cultura judeocristiana durante miles de años no es moco de pavo, y aunque muchos de nosotros vayamos por ahí diciendo que esto de Dios, de los pecados y de la iglesia no nos afecta, a la hora de la verdad parece que algo sí que afecta,o al menos a los que por algún o otro motivo tenemos esa parte moralista dentro de nosotros emergiendo cada dos por tres y recordándonos que esto no se hace o esto no está bien hecho.

Me resulta sorprendente darme cuenta de que la historia de la humanidad, al menos eso que tradicionalmente se nos explica en la escuela sobre la Biblia, está basada en el castigo, y precisamente en el castigo de quien parece que todo lo puede y que aunque parece que está ahí para ofrecernos su ayuda y misericordia a todos nosotros pecadores y sufridores, el castigo que dios ejerció sobre adán y eva, desterrándolos del paraíso no fue del todo misericordioso. Un castigo infringido por el desobedecer, por la desobediencia a la única premisa que se les dio, y bueno, supongo que ya conocéis la historia y no voy a explicarla aquí. Sólo diré que dentro de muchos de nosotros, en nuestra conciencia social, convive la creencia inconciente de que el desobedecer a quien posee la autoridad, el saltarse una norma conlleva un castigo, y por lo que parece en la historia esta que me refiero, no un pequeño castigo.

Una de las funciones del sentimiento de culpabilidad, es la de regular los comportamientos perjudiciales para lo convivencia en sociedad. Podemos entender a la culpabilidad como una emoción de control, éste es el sentido que toma en la religión. Más allá de los códigos legales que limitan la conducta existe un código moral, propio de cada cultura y cada religión, que marca los comportamientos inaceptables y los “mandatos” (mandamientos) que deben cumplirse. Las transgresiones de dichos mandatos son los llamados pecados (no matarás, no robarás, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo, etc, ya sabéis).

Historias a parte, y entrando un poco en el tema que nos ocupa, debo decir que el sentimiento de culpa está ahí para notificarnos de algo que anda mal en nosotros, en nuestra conciencia. La tan escuchada frase “me duele la conciencia” vendría a ser algo así como: me siento culpable. O quizás también podríamos decir “me pienso culpable” ya que la culpa muchas veces a parte de sentirla se piensa, dentro de nosotros, a través de nuestros juicios o nuestro padre(dios) interno, el cual parece que rige nuestro comportamiento y está al acecho.

Y es que con la culpa, como con cualquier sentimiento bien integrado y utilizado es útil para darnos cuenta de que hemos traicionado algo importante para nosotros, algo relacionado con el otro. De hecho, la culpa sana es aquella que nos demuestra que hemos o estamos traicionando un vínculo o alianza  que para nosotros es importante.
Y digo sana porque se puede distinguir entre la culpa sana, aquella que nos mueve a buscar entre nuestros recursos propios y poner nuestra energía en encontrar la forma de solventar el agravio y la culpa neurótica, esa que irracionalmente se instala en nosotros y que no sirve para nada más que negarnos a nosotros mismos, paralizarnos, castigarnos y hacernos daño.

Cabe aquí explicar dos aspectos bien diferenciados y que marcan la evolución en la regulación del individuo después de sentirse culpable:

• El remordimiento es una culpa que hace que no encontremos paz. El remordimiento nos lanza a buscar nosotros mismos castigo, como su palabra indica, no es solo morder, es remorder. Es un morder(nos) que existencialmente nos lleva a buscar castigo y que nos aplicamos nosotros mismos. Es algo así como que nos castigamos para perdonarnos nosotros mismos.
• El arrepentimiento requiere de reflexión y compresión sobre la situación. No busca castigo, busca perdón. Esta comprensión del orden de las cosas que sucedieron nos sitúan en el darnos cuenta de que tenemos derecho al perdón.

Y también podemos diferenciar la culpa moral, que seria la que puede aparecer después de causar daño a conciencia (como con los 10 mandamientos), y la culpa persecutoria, que es aquella que incluso cuando estoy en reposo parece que hay algo que sigue mirándome. Una especie de ojo que esta en todas partes. Es la que da a la culpa el fundamento de su más mala leche, y evidencia el rencor que nos tenemos, el maltrato que nos damos a nosotros mismos, lo mal que nos hablamos, tratamos, etc.

Profundizando un poco más en este sentimiento nos encontramos, dependiendo del grado, con grandes niveles de auto rechazo interno. El sentimiento que se relaciona con la culpa es la Vergüenza. En la culpa la preocupación está puesta en el otro, al que se identifica como dañado, mientras que en la vergüenza la preocupación está puesta en uno mismo, en cómo me percibe el otro. Nos juzgamos negativamente, nos rechazamos, nos sentimos culpables y nos castigamos.

“La culpa es la consecuencia de la internalización de las figuras externas de autoridad” (Kertész, 2008)

Vamos a desgranar un poco más, a modo de resumen, cuál es núcleo de la culpa, su origen y de dónde sale ese rechazo interno.
Resulta que al nacer, el recién llegado a este mundo no tiene absolutamente conciencia de nada, para él no existe el mundo externo, no hay camita, ni aire, ni comida, ni mama, ni papá, ni coches, ni nada de nada, sólo hay conciencia de que existe él. Al nacer, el bebe es el centro, la única conciencia que tiene es de él mismo, de las cosas que siente internamente ya ni tan siquiera como sentimientos sino como sensaciones. Malestar interno por hambre, incomodidad, frío, calor, etc. Así que el niño poco a poco aprende que lo desagradable y lo agradable existe dentro de él, en su interior, porque para él, el mundo no existe, todas sus sensaciones son vividas internamente y no es capaz de distinguir qué viene de fuera y qué viene de dentro.

culpa3Ya mas de niños, esto genera dos cosas:
Enmarcando la vida infantil dentro de la familia, un niño depende de los padres para que le cuiden, le alimenten y le den amor, para así sentirse arropado, seguro. Cuando esto no sucede, o cuando en su entorno sucede algo desagradable, algo que su alma infantil no alcanza a comprender (como maltratos, exceso de autoridad, abusos, separaciones, abandonos, desamor de los padres, etc) el niño no es capaz todavía de entender ni sentir: mis padres no me sirven, sólo soy un niño, no puede rechazarlos porque son quienes lo nutren, le dan vida, es dependiente de ellos. Como no saben cómo atender eso que está sucediendo fuera, la única manera que tienen para poder mantener el amor hacia sus padres y el equilibrio en el sistema, es hacerse culpables a si mismos, ellos se hacen los malos para poder preservar el amor. Me culpo y sigo amando. Todo ese sentimiento de culpa infantil es un perro de arriba en gestación. Poco a poco, van calando hondo los mandatos paternos, maternos o sociales (de nuestra familia o amigos, esos como no llores, llorar es de niñas, tal y como eres nadie te querrá, no seas malo, no seas así, no molestes, etc) y se van integrando como algo propio, algo que no puedo traicionar ya que corro el peligro de que me retiren el amor. Así se crea un guión de vida donde nos dedicamos a complacer a los demás para que nos quieran. Y ya de adulto, el individuo se sigue justificando (en esos comportamientos aprendidos) para entender que se merece ese tipo de cosas si no cumple con esas normas interiorizadas.

A groso modo podríamos decir que se convierte en: El padre persigue al niño. Es evidente que el padre(o figura parental de referencia) no es el real sino el interiorizado por el niño, ese padre interno con sus normas es el que le va a perseguir toda la vida. Metafóricamente o quizás sin tanta metáfora podríamos afirmar que hemos pasado media vida en la que nos han estado dando con el látigo y durante la otra media vida, cogemos el látigo y nos damos nosotros mismos.

Queriendo defenderte del sentimiento de culpa a veces haces cosas que te hacen sentir mas culpable todavía. Y es que desgraciadamente, la culpa pone su peso en el individuo, en la persona y no en la conducta. Va directamente contra la autoestima en lugar de intentar mejorar el comportamiento mediante la crítica constructiva. (“eres/soy un mal hijo”, “no merezco este puesto”…)

“la culpa es una reacción emocional aprendida que sólo puede ser usada si la víctima le muestra al explotador que es vulnerable a ella”
(Dyer, 2010)

Según la Gestalt, detrás de una persona que dice sentirse culpable hay tres ingredientes:

  • Autoexigencia: suele tratarse de personas con un padre interno critico elevado que sienten la necesidad de comportarse adecuadamente.
  • Omnipotencia: en el sentido de que creen que pueden influir en los sentimientos de los demás (hacerles sentir mal o bien).
  • Enfado: se trata de un enfado no manifestado y en muchas ocasiones incluso no reconocido.

jBIk4Por otro lado,  la culpa es un sentimiento inmovilizador. La atención se centra en el “allí y entonces” en lugar de en el “aquí y el ahora” como pretende la Gestalt. Esto hace que la persona se paralice porque es imposible actuar para cambiar el pasado. Además, se gasta una importante cantidad de energía en rumiaciones respecto a lo sucedido. Quedamos anclados en esa creencia antigua, como si fuéramos niños, que nos impide tomar la cosas actuales desde el adulto que somos.

Desde este punto de vista, la culpa parece una emoción muy inútil, pero ya sabemos que todo lo que se mantiene cumple una función o facilita la obtención de un beneficio, aunque sea negativo. Algunos beneficios de la culpa son:

  • Evitar el miedo al presente: podría considerarse un mecanismo de defensa. Me da tanto miedo enfrentarme a lo que es mi vida presente, que me refugio en el pasado. Se trata de la falsa seguridad, de un tipo de comportamiento pasivo.
  • La comodidad: es más fácil sentirte mal por el pasado que poner tu energía en cambiar el presente.
  • Aceptación social: hay ciertos mandatos sociales ante los cuales parece una patología no sentir culpa (p.ej.: no atender a tus padres).
  • Lograr el perdón: existe la creencia social de que si te sientes lo suficientemente culpable quedarás exonerado de tu mal comportamiento. Está en la base de las penitencias (religiosas e incluso carcelarias).
  • Conseguir la compasión de los demás: puede que para personas con baja autoestima sea una salida habitual.

Además, la aparición de la culpa también dificulta el desarrollo del ciclo de la experiencia ya que en ella están implicados varios mecanismos de defensa. Desde el punto de vista de la Gestalt hablaríamos de un mecanismo de introyección por el cual no analizamos las normas y creencias que nos transmiten, dándolas por buenas sin más (tal y como eres nadie te querrá). Así el ciclo se interrumpe entre la conciencia y la energetización. Otro mecanismo habitual es la retroflexión. Puede verse cuando analizamos el componente de rabia del sentimiento de culpa. Nos culpamos a nosotros mismos en vez de mostrar nuestro enfado al otro y demandar lo que necesitamos. A menudo esta conducta acaba en somatizaciones físicas.

Sentirse culpable significa que nos sentimos mal respecto a algo sobre lo que ya no podemos intervenir y respecto a nosotros mismos como personas. Ser responsable, por el contrario, consiste en analizar la situación y, si decido que he obrado mal, intentar reparar el daño. La responsabilidad se centra en el aquí y ahora (qué puedo hacer ahora para solucionarlo) y juzga a la conducta, no a la persona (me he equivocado, esto no ha estado bien vs. soy un desastre, soy una mala amiga). La culpa la vive el Niño Adaptado, la responsabilidad reside en el Adulto. Por tanto, la intervención terapéutica deberá encaminarse a transformar la culpa en responsabilidad, a traspasar el poder del Niño al Adulto.

Para concluir, diré que la culpa necesita un esfuerzo de comprensión de la condición humana, la comprensión es el gran ejercicio de la culpa. La redención de la culpa a través del castigo no es más que más castigo. Buscar el perdón, perdonarse o perdonar a alguien representa renunciar al dolor que sentimos, a soltarlo, a no quedarse atado, a dejar de usarlo en un futuro como posible arma. También es renunciar al papel de víctima, renunciar a lo que hasta ese momento me ha proporcionado de algún modo un guión de víctima. Y para ello se deben encontrar formas para perdonar, no sólo desde la parte cognitiva o racional sino también desde lo profundamente emocional.