El sentimiento de culpa está ahí para notificarnos de algo que anda mal en nosotros, en nuestra conciencia. La tan escuchada frase “me duele la conciencia” vendría a ser algo así como: me siento culpable. Y es que con la culpa, como con cualquier sentimiento bien integrado y utilizado es útil para darnos cuenta de que hemos traicionado algo importante para nosotros, algo relacionado con el otro. De hecho, la culpa sana es aquella que nos demuestra que hemos o estamos traicionando un vínculo o alianza que para nosotros es importante.

Y digo sana porque se puede distinguir entre la culpa sana, aquella que nos mueve a buscar entre nuestros recursos la forma de solventar el agravio y la culpa neurótica, esa que irracionalmente se instala en nosotros y que no sirve para nada más que negarnos a nosotros mismos, paralizarnos, castigarnos y hacernos daño.

Cabe aquí explicar dos aspectos bien diferenciados y que marcan la evolución en la regulación del individuo después de sentirse culpable:

El remordimiento es una culpa que hace que no encontremos paz. El remordimiento nos lanza a buscar nosotros mismos castigo, como su palabra indica, no es solo morder, es remorder. Es un morder(nos) que existencialmente nos lleva a buscar castigo y que nos aplicamos nosotros mismos. Es algo así como que nos castigamos para perdonarnos nosotros mismos.

El arrepentimiento requiere reflexión y compresión sobre la situación. No busca castigo busca perdón. Esta comprensión del orden de las cosas que sucedieron nos sitúan en el darnos cuenta de que tenemos derecho al perdón.

Profundizando un poco más en este sentimiento nos encontramos, con grandes niveles de auto rechazo interno. El sentimiento que se relaciona con la culpa es la Vergüenza. Nos juzgamos negativamente, nos rechazamos, nos sentimos culpables y nos castigamos.